J. M. CEINOS

El ferrocarril fue, en el siglo XIX, el medio de locomoción de la industrialización, y Gijón bien pronto se subió a ese carro, años antes de que se ubicara en la villa la Fábrica de Aceros de Moreda y Gijón (en 1880 entró en producción) y del comienzo de las obras del puerto exterior de El Musel, en 1892. El Ferrocarril de Langreo, inaugurado el 25 de agosto de 1852 (cuatro años más tarde la línea llegaba a Sama), sería desde entonces el cordón umbilical entre la cuenca hullera del Nalón y el puerto viejo gijonés, así como entre las poblaciones de esa parte de la Asturias central interior y la costa cantábrica.

En el año 2012, por el plan de eliminación de la barrera ferroviaria, está previsto el derribo de la actual estación de El Humedal, heredera desde 1990 de las viejas instalaciones del Ferrocarril de Langreo. Desaparecerá así uno de los últimos vestigios históricos del ferrocarril en España, una estación que desde hace 158 años está operativa.

«La inauguración del ferro-carril de Langreo (sic), solemne y magestuosa ceremonia á la que asistieron además de S. M. la Reina madre y su esposo el Excmo. Sr. duque de Riansares, el Sr. obispo de la diócesis y todas las autoridades de la provincia», escribió Estanislao Rendueles Llanos en su «Historia de la villa de Gijón. Desde los tiempos más remotos hasta nuestros días», obra publicada en 1867, «contribuyó á escitar mas si cabe el entusiasmo de los gijoneses, al ver partir con velocidad suma aquellos mónstruos de hierro, que desaparecian en breves instantes por la primera curva del camino». También dejó escrito Rendueles Llanos que el 25 de agosto de 1852 «las iluminaciones, los fuegos y otros festejos prolongaron la diversión hasta hora bien avanzada de la noche».

Muchos años después, Joaquín Alonso Bonet, periodista y cronista oficial de Gijón, relató en su «Biografía de la villa y puerto de Gijón», que salió de la imprenta en 1970, que en el acto inaugural del Ferrocarril de Langreo «primero, se descubre y bendice las locomotoras "Cristina" y "Jovellanos" (la primera nombrada en honor de María Cristina de Borbón, la Reina madre). La Reina y su séquito se acomodan en un fastuoso coche real, y el tren parte, entre atronadores aplausos, como de despedida para un viaje largo. Se pierde por un paisaje verde y fecundo». Pero sólo unos pocos kilómetros, puesto que la línea sólo llegaba entonces hasta Pinzales. Aún faltaban por acometer el plano inclinado de La Florida y el túnel de Carbayín para que el tren llegara hasta el corazón del valle del Nalón.

Pero ¿cómo era el Gijón que vio llegar el primer tren? A través del «Plano de la Plaza de Gijón y sus inmediaciones», dibujado en 1856 por José González, nos podemos dar una idea exacta. La villa estaba ceñida por las fortificaciones diseñadas (y nunca terminadas) para protegerla a causa de la I Guerra Carlista (1833-1840). Con forma de estrella, mirando al Sur, la fortificación tenía nueve lienzos entre la playa de San Lorenzo y la de Pando. Precisamente en paralelo al octavo lienzo de la fortificación, en El Humedal, dentro del territorio protegido, se levantó la primera estación del Ferrocarril de Langreo.

Los límites del caserío estaban entonces en la actual calle de Capua, por el Este; en el arranque de la calle del Diecisiete de Agosto (que aún no existía), y en la plaza de Europa, entonces huertas y campos de cultivo, por el Suroeste.

En el archivo del Museo del Ferrocarril de Asturias se guarda un trabajo redactado por José María Flores Suárez, licenciado en Historia del Arte, titulado «Las estaciones ferroviarias de Gijón en la etapa de la industrialización histórica», en el que el autor describe, con profusión de datos, cómo era la primera estación de tren que tuvo la villa: «La estación de Gijón se planteaba como centro receptor de carbones y otras mercancías, reparador de material rodante y sede de la dirección comercial y de explotación».

Al lado de la actual calle de Sanz Crespo se levantó el edificio «destinado al servicio de viajeros, primera estación de servicio público en Asturias y una de las más antiguas de España, coetánea del primer embarcadero de Madrid-Atocha (1851), de la de Valencia (1851) y anterior a la de Guadalajara (1858) o Toledo (1858)», escribe José María Flores.

A ese edificio se le llamó, popularmente, «La Gerencia», y en 1851 «ya tenía levantados los muros exteriores hasta el segundo piso» y ocupaba «un rectángulo de 36,4 por 15,6 metros (...) En diciembre (de 1851) estaba acabado» (José María Flores). El final de la estación, con fachada a la actual calle de Pedro Duro y la iglesia parroquial de San José, en fondo de saco, lo formaba el edificio del depósito de locomotoras y de los talleres de reparación del material rodante.

Con los años, la compañía del Ferrocarril de Langreo decidió ampliar la estación de El Humedal y, proseguimos citando el trabajo de José María Flores, a finales del siglo XIX se acomete la construcción de una nueva terminal de viajeros, que sería la que estuvo en servicio hasta finales de los años ochenta del siglo XX, cuando todo el complejo fue derribado para construir la actual estación de El Humedal. La terminal estaba situada en un edificio de planta baja, cuenta José María Flores, al que se adosó un andén «de 58 metros de largo y 3 metros de ancho con marquesina».

Por lo que respecta al edificio de «La Gerencia», un incendio lo destruyó el 26 de enero de 1961. El diario «Voluntad» lo contó al día siguiente: «Un incendio voraz y espectacular ha puesto "fuera de combate" al viejo edificio de las oficinas de Ferrocarril de Langreo, en la calle de Sanz Crespo», y el periódico sacaba a titulares: «Se ha perdido todo el archivo. Desapareció toda la historia del primer tren del Norte de España».