Como nuestros munícipes se habían tirado un poco los trastos a la cabeza acerca de quién había propuesto a Santiago Carrillo como hijo predilecto de Gijón, cabía esperar que aparecieran pruebas de paternidad durante el Pleno del Ayuntamiento que ayer aprobó los galardones municipales. Pues bien, si acudimos a los análisis propios de la comunicación no verbal -lo relevante es cómo se dice, no lo que se dice-, hay que concluir que la alcaldesa, Paz Fernández Felgueroso, leyó con afectuoso énfasis la glosa de Carrillo, mientras que la correspondiente a Rodrigo Rato (hijo adoptivo) la proclamó un poco más rápido, tal vez no deleitándose en demasía, aunque con la elegancia que le es propia a la regidora. Pero sobre Rato, al que Felgueroso siempre se refirió como «De Rato» -la clase es como la fe: se tiene o no se tiene-, destacó la Alcaldesa «sus indudables éxitos como gestor al frente de la economía española». Esto, desde la perspectiva del estricto PSOE, podría calificarse según la vieja fórmula inquisitorial: «Anatema sit», ¡sea anatema! Pero lo dijo.

En cuanto a la glosa de Carrillo, Felgueroso citó explícitamente a su apreciado Pedro de Silva, quien en su obra «Las fuerzas del cambio» calificó al veterano comunista como «estabilizador de la naciente democracia». No obvió la Alcaldesa que hasta Manuel Fraga participó en el homenaje que Carrillo recibió con motivo de su nonagésimo cumpleaños, en 2005. El propio Carrillo no olvida que Fraga lo presentó en un acto del Club Siglo XXI de Madrid en fechas tempranas de la Transición española, y que con motivo de aquello varios directivos militares de la entidad se dieron de baja. Fraga y Carrillo, ¿tanto había cambiado España? Y ahora, visto el revuelo por la memoria paracuellista acerca de Carrillo, ¿tanto ha vuelto a cambiar este país?

Total, que Felgueroso se reservó la glosa de los tres ases condecorados: Fraga, Carrillo y El Musel, medalla de oro de la villa. La enumeración de los beneficios portuarios para Gijón es incuestionable. La escucharon Fernando Menéndez Rexach, presidente, y otras autoridades portuarias: José Luis Díaz Rato, director del puerto, y José Luis Barettino Coloma, secretario.

A los tres portavoces municipales correspondió el elogio de los honores de plata. Con la unción que le caracteriza, Pedro Sanjurjo (PSOE) habló de José Manuel Fernández Rozada, sindicalista de UGT, «serio, responsable, temperamental»; y de Carmen Gómez Ojea, escritora «libre, libertaria, sensible, de gran talento».

Pilar Fernández Pardo (PP) elogió a la periodista y escritora María Teresa Álvarez («discreción, rigor, cordialidad»); y a la Unidad de Hospitalización a Domicilio del Hospital de Cabueñes, «servicio de calidad reconocido por pacientes, familiares y especialistas» (bien lo sabemos por propia experiencia). Y «Churruca», Jesús Montes Estrada (IU), justificó las medallas de Francisco Prado Alberdi (CC OO), un sindicalista sabio que meditaba mientras fumaba en pipa; y de la Tertulia Cultural «El Garrapiellu», «que ufierta a neños y neñes, y mayores, la oportunidá de conocese y saber de los sos raigaños y vezos tradicionales».

Así que entre hijos, oros y platas hubo finalmente paz consistorial. Dos mujeres del equipo de Cabueñes felicitaron afectuosamente a Santiago Carrillo, que reposaba junto al veterano comunista «Otones», Manuel García, un chaval con quince años menos que su correligionario.

La escritora Carmen Gómez Ojea, medalla de plata, abandonaba el salón de recepciones mientras comentaba: «A mí me ha parecido bien el galardón de Carrillo, y eso que de joven yo cantaba: "Franco y Carrillo ¡no nos moverán!"». ¿La tercera España?