El 13 de febrero, en el teatro Real de Madrid, junto a lo más granado del cine español reunido en la gala de los premios «Goya», estará una cineasta gijonesa. Verónica Vigil Ortiz, 36 años, tiene invitación de honor para una fiesta en la que cada año, y va por su 25.º edición, se premian las mejores y más brillantes aportaciones a la industria del cine nacional. Y tiene un pase especial porque se lo ha ganado. Este año uno de esos grandes trabajos, en formato corto y documental, lo firman al alimón Verónica Vigil y su compañero en casa y en el trabajo, José María Almela.

«El cine libertario: cuando las películas hacen historia» es el título de la obra que ha metido de lleno a esta gijonesa en un sueño que apenas empieza a saborear. El cortometraje descubre el cine que se rodó en España en plena guerra civil, con una industria socializada gracias al sindicato anarquista CNT.

«Es una historia preciosa de cine, y por eso me encanta. Contamos cómo los locos del séptimo arte siguieron, iniciada la guerra, haciendo musicales, comedias, dramas sociales, documentales bélicos... Y la gente, con todo lo que estaba cayendo, hacía cola en la calle para ver esas películas. Fue un periodo singular y único durante el cual los guionistas, los directores, los técnicos y los actores españoles demostraron una de las máximas del mundo del espectáculo: pese a los bombardeos, el hambre y el drama, el espectáculo debía continuar», cuenta Verónica Vigil.

A través de las voces de algunos expertos, y con el testimonio en primera persona del director de fotografía y restaurador Juan Mariné, que inició su carrera en el cine trabajando en estas películas y, octogenario ahora, aún sigue dedicado a la industria cinematográfica española, el documental recorre unas producciones que son en sí mismas un legado excepcional. Dice Verónica Vigil que según avanzaba el documental, más se convencía de que tenían algo bueno que ofrecerle a la Academia para los «Goya». De ahí que, nerviosísima, no se quisiera perder el martes el anuncio que se iba a hacer de los trabajos seleccionados. «Sabía que había magia; es una trabajo "blanco" porque, sobre todo, es un gran homenaje al cine», sostiene al tiempo que se confiesa «muy contenta por la selección, pese a que aún no he tenido ocasión de celebrarlo de verdad, como se debe».

Los primeros brindis por la buena nueva serán en Madrid, ciudad donde hace más de una década que Verónica Vigil tiene montado su campamento base, aunque ya hace planes para viajar a Gijón y compartir con su familia el logro. Al otro lado del teléfono, mientras lo explica, se puede intuir cómo le brillan, más que nunca, esos enormes ojos verdes con los que inquietaba a los amigos de tanto como se fijaban en todo lo que le rodeaba; se intuye cómo se llena su cara con una gran sonrisa y, en definitiva, cómo está disfrutando el momento esta alumna aplicada del Liceo y de La Asunción que siempre fue una niña con las ideas muy claras y una enorme madurez. La misma a la que con 17 años ya le gustaban «The Rolling Stones», «The Velvet Underground», o alucinaba con «La naranja mecánica» de Kubrik, y que un día cogió el petate y dejó su casa, en la avenida de la Costa, para estudiar en la Complutense, en la Facultad de Ciencias de la Información, la carrera de Imagen y Sonido.

Después de pasar por la Escuela de Cine y especializarse en montaje llegó el momento de dar el salto empresarial y en coalición con José María Almela nació Delta Films, la productora desde la que llevan nueve años sacando adelante, con independencia y entrega total, unos trabajos documentales (a razón de uno por año) en los que Vigil ha volcado su pasión por la Historia -una de sus asignaturas preferidas cuando estudiaba-, y su gran capacidad narrativa. Entre sus amistades gijonesas hay quien la recuerda inmersa siempre en algún memorable relato, aunque fuera de la cosa más cotidiana, con dramatización o imitaciones incluidas, que solía acabar a carcajada limpia. «Puede llegar a ser divertidísima; te hace llorar de la risa», sostiene una de sus amigas.

Pero el trabajo se lo ha tomado muy en serio. «La niebla del silencio», un documental que recupera una de las grandes gestas de la aviación española como fue, en 1933, el primer vuelo Europa-América Central; «La conspiración del Chacal», donde indagaron en la figura de Ramón Franco, hermano pequeño del dictador y con un pasado político controvertido; «Valle, la eternidad en un instante», que puso imágenes a la vida y la obra del pintor asturiano; «La batalla de Guadalajara», que rememora uno de los episodios importantes de la guerra civil española; o «Que mi nombre no se borre en la historia», la aportación documental en memoria de las llamadas «Trece rosas», las muchachas adolescentes de las Juventudes Socialistas Unificadas, la mayoría de ellas menores de edad, que fueron encarceladas y fusiladas juntas, el 5 de agosto de 1939, por el régimen franquista, son algunos de esos trabajos a los que Vigil y Almela han dedicado horas y horas de investigación, filmación y montaje, y que han ido viendo la luz estos años en alguno de los canales de historia y documentales de la televisión española.

La candidatura a los «Goya» de su última creación, que aún está pendiente de estreno, la concibe Verónica Vigil como «una recompensa a mucho trabajo, por eso me llena de alegría», tal como declaraba después de hacerse pública la selección. Y lo dice poniendo tal intensidad en sus palabras que cuesta imaginarla más emocionada si -ojalá ocurra-, llega a su casa esa cabeza en bronce del pintor maño.

Si eso sucediera seguro que Verónica Vigil no sería una excepción y, como les pasa a la práctica totalidad de los premiados, también ella podría agotar el tiempo de intervención en el escenario dando las gracias. A sus más próximos, incluidos los que desde hace pocos años constituyen las grandes ausencias de su vida -como su abuela Ana y su tío Rubén- y sin olvidarse de todos los que, con enorme generosidad, llevan años ofreciéndoles valiosos testimonios, en primera persona, sobre sucesos del siglo pasado, con los que Vigil y Almela alimentan su pasión por documentar la historia de España de una forma muy cinematográfica.