J. L. ARGÜELLES

A Gabino Diego, uno de los actores menos intercambiables del cine español, le faltaba por conquistas la plaza escénica de Gijón. Lo hizo anoche en el teatro de la Laboral, con todas las localidades vendidas, ante un público que disfrutó con el humor inteligente y tierno de «Una noche con Gabino», un espectáculo que acumula varias temporadas de éxitos gracias a una antigua e infalible fórmula teatral: lograr que el público se divierta. Nada mejor que unas cuantas risas para reflexionar sobre la seriedad de la vida y otras cuantas cuestiones siempre relativas: el éxito o el fracaso, por ejemplo.

Las críticas fueron demoledoras con el Gabino Diego que hizo, cuando era apenas un chaval, «Las bicicletas son para el verano», la hermosa película de Chávarri. Siete años más tarde ganaba un «Goya» al mejor actor de reparto con «¡Ay, Carmela!», de Saura. Sólo tendrían que pasar otros dos años y pisaba la alfombra roja de los «Oscar» con «Belle Époque», el filme coral de Trueba. Y antes «El rey pasmado» o «Amanece que no es poco». Y después, otras cuantas películas importantes. En fin, una ya larga y peculiar trayectoria de la que el actor ha extraído buena parte de las experiencias sobre las que reflexiona e ironiza en su espectáculo. Humor y lucidez para seguir adelante.

El actor teje en «Una noche...» la autobiografía de un personaje entrañable, un poco «disperso», como él mismo confiesa. Gabino Diego toma distancia de sí mismo con los recursos de la interpretación y el ingenio. No necesita más. Sus deliciosas imitaciones (el Rey Juan Carlos, Fernán-Gómez, Quique San Francisco...) muestran talento cómico y una meritoria versatilidad.