Apellidarse Muel es haber nacido con una marca, una señal de calidad, de perfeccionismo, de constancia, de profesionalidad, y también de gran sentido de la amistad. Es lo mismo que usen mandolina, aguja y dedal, que un oftalmómetro, una calculadora, una manga pastelera o una cámara de fotos. Porque todo eso lo usan -cada uno lo suyo- los Muel gijoneses. En todo caso, el resultado siempre es el mismo: la búsqueda de la perfección. Y otra más: si usted es amigo de alguno de ellos, seguramente será para toda la vida.

En el caso de Jesús Miguel Muel de Dios, quedó bendecido en su parroquia del Corazón de María en donde se bautizó, estudió, tuvo su primera novia y hasta cantó en el coro? (posiblemente ésta sea una de las razones por las que acabó el Bachillerato en el Instituto Calderón de la Barca de Gijón).

Cuando aún tenía pelo decidió hacer fotos y se apuntó en el club Ensidesa de fotografía. En el cuarto oscuro era de los que siempre lo tenían claro y comenzó a revelar su frustración, encontrando así su camino.

Se fue entonces a Oviedo para estudiar fotografía profesional en la Escuela de Artes y Oficios, que allá por el año 1990 estrenaba ciclo formativo de Técnico Superior de Fotografía. Muel de Dios sería uno de los alumnos de la primera promoción.

Lo tenía muy claro desde el principio, se tituló en fotografía y montó su estudio en Gijón. Cuando alguien pasa por delante del escaparate de la tienda, en la calle Fernando Villamil, obligatoriamente se para. Todo está pensado al milímetro: le apasionan las antigüedades, maletas, baúles, cámaras fotográficas antiguas, un sillón de barbero? Esa ambientación siempre está presidida por alguna foto, reportaje o retrato que hace detenerse por un momento a la gente que se identifica con una pareja de novios, con un retrato, con un paisaje, con una composición intencionalmente distorsionada?

Muel decidió desnudarse y, para hacerlo bien, desnudó hasta a su padre. El retrato es su fuerte, no es por casualidad que el premio «Goya» de fotografía, entregado a finales de mes en Zaragoza, lo haya ganado con un retrato blanco y negro, donde precisamente un hombre desnudo en un primer plano frontal y con un fondo liso hace que nos detengamos en detalles de su rostro que nos hablan de la esencia del individuo.

Los calendarios de desnudos fueron, en gran medida, los que daría a conocer a este fotógrafo a través de los medios de comunicación. Un equipo de voleibol, varias promociones de universitarios... Unas series de fotos de gran calidad técnica, lejos del mal gusto y muy cerca de la belleza formal. Aunque, todo hay que decirlo, en más de una sesión de posados los novios de las protagonistas acabaron desconfiando de la intención fotográfica.

Pero Muel también domina «el vestido», y a través de su ojo de cristal posaron Raimundo Amador, Federico Lupi, Maxi Rodríguez y «Les Luthiers». Ellos, entre muchos otros, avalan a un profesional hecho a sí mismo.

Compañero como pocos, a Jesús Miguel Muel de Dios le gusta rodearse de familia y amigos, algunos de los cuales mantiene desde el colegio. De unos años a esta parte ha convertido en tradición una copa de Navidad en su estudio, en donde siempre con buen vino y estupendos canapés se reúnen un montón de compañeros para despedir el año. Una prueba más de su gran generosidad.

Otra de las grandes cualidades de Muel es que no descuida la organización de miles de negativos, ahora convertidos en archivos digitales con sus copias de seguridad, que hay que guardar meticulosamente datados. Una labor en la que su compañera Marta, su otra gran pasión, pone mucha mano de obra.

Susan Sontag decía: «La fotografía es, antes que nada, una manera de mirar. No es la mirada misma». La manera de mirar de este fotógrafo gijonés lo ha hecho merecedor del prestigioso premio premio «Goya» de fotografía en la sección retrato 2011, otorgado por la Asociación de Fotógrafos Profesionales de Zaragoza, que desde 1985 (dos años antes que los del cine español) celebra su gala en la capital aragonesa. Seguidor de maestros como Richard Avedon, Annie Leibovitz, Mario Testino y muchos otros, este gijonés nos acerca a través de su ojo a nosotros mismos. Felicidades, hermano. (Mejor dicho, ¡Felicidades, colega!, no vaya a ser que, sin quererlo, siga fomentando este lío histórico de parecidos y confusiones entre quién es Muel y quién León. Es lo que tiene ser calvos y fotógrafos).