Cuando Sugeyri Santana anunció a su familia que iba a estudiar el ciclo formativo de Fabricación Mecánica la sorpresa no se hizo esperar. «¿Pero tú no querías ser azafata?», le espetó su hermana. Antes se había formado en el área de Administración y Finanzas. El siguiente paso era preparar oposiciones o ponerse al día con los idiomas para ser azafata pero en su camino se cruzó la oferta del Centro Integrado de Formación Profesional (CIFP) de la Laboral. «Me gustaba el tema de la soldadura pero no había vacantes, así que me decidí por Fabricación Mecánica. Ahora me gusta mucho el taller y ver cómo se fabrican las piezas», confirma la joven nacida en Santo Domingo hace 31 años pero residente en Asturias desde hace 21.

Junto a Sugeyri, otras cuatro chicas integran la mayor plantilla femenina que han tenido en su historia estos estudios industriales del CIFP de la Laboral. Para su director, Javier Cueli, la percepción que existe sobre los estudios de Formación Profesional es el detonante de esta atípica situación: «Hay quien piensa que estos ciclos formativos requieren más esfuerzo físico y una labor compleja de manipulación, pero no es así», afirma. En el centro suman unos 350 alumnos en la rama industrial. Sin embargo, el nivel de representación de las féminas desciende a un escasísimo 10%, siendo optimistas. Dice Javier Cueli que en muchos casos ellas lo hacen «casi mejor» o igual de bien que un hombre. «Si funcionan no tiene por qué haber problema por parte del empresario», argumenta. De ahí que el centro se haya empleado a fondo para dar a conocer en este 8 de Marzo su igualitaria oferta educativa. «Nos vendría bien tener más chicas en los estudios que requieren de un componente alto de tecnología», admite.

A Beatriz García, gijonesa de 21 años, alumna de primer curso de Fabricación Mecánica no le gusta mucho el taller. Eligió este ciclo formativo por su componente de diseño. «A mí me motiva dibujar piezas. Se me da bien», indica. Previamente había cursado otro módulo de Topografía y Diseño de Interiores. «Me gustaría ser delineante», confiesa. En la familia tampoco había tradición industrial: «Mi hermana estudió Turismo. Yo salí más a mi padre».

Los de Fabricación Mecánica no son los únicos estudios de mayoría masculina entre el alumnado. En Soldadura, de 45 matriculados, sólo hay una chica. Los profesores bromean sobre algunas escenas cuando otros estudiantes del centro bajan al taller y coinciden con el escasísimo porcentaje de mujeres en los tornos o en las máquinas de control numérico. «Poco más o menos, podría decirse que están como un sábado en la discoteca», afirman los docentes.

Para ellas también resulta «una sorpresa» la escasa presencia femenina. Soraya Fernández, moscona de 19 años, no sabía qué iba a encontrarse cuando decidió matricularse como Beatriz y Sugeyri en el ciclo de Fabricación Mecánica. «Mi madre no esperaba que acabara haciendo cosas con el torno», revela. «Siempre quise hacer algo relacionado con la rama industrial. Después quería estudiar una ingeniería», explica la joven. «Es bastante entretenido, el taller sobre todo, porque siempre estamos haciendo algo», agrega. Es precisamente ese componente práctico el que defiende el director del centro como elemento motivador para los alumnos. «No hay razón para que los trabajos de precisión sólo los realice un hombre», concluyen.