C. JIMÉNEZ

En un escenario económico desfavorable, el conocimiento y el talento se presentan como los principales avales de las empresas para afianzarse en el mercado. Con estos dos objetivos la multinacional Indra aterrizaba hace un año en Gijón con motivo de la inauguración de sus instalaciones en el Parque Científico y Tecnológico de Cabueñes. El primer laboratorio de investigación y desarrollo sobre tráfico aéreo de la multinacional en la región arrancaba con la intención de continuar con los desarrollos para sus principales clientes, AENA en España y NATS y DFS en Gran Bretaña y Alemania. Su capital humano era netamente asturiano: medio centenar de personas entre ingenieros aeronáuticos, industriales, de telecomunicaciones e informáticos, así como licenciados en Matemáticas y Físicas, procedentes en un 85 por ciento de los casos de la Universidad de Oviedo.

Aquel laboratorio especializado en programas de tráfico aéreo que comenzaba su singladura como uno de los centros de excelencia en la «milla del conocimiento» de Gijón continúa todavía hoy nutriéndose de la cantera del campus universitario de la ciudad. En su primer año de vida han experimentado un crecimiento del 20 por ciento. «En los últimos años se ha producido un éxodo de profesionales con un nivel elevado de formación hacia otras regiones, pero nos hemos dado cuenta que retener a la gente en su lugar de origen proporciona unos beneficios importantes de estabilidad en el centro de trabajo y capacidad de crecimiento», argumenta Venancio Ranz, director del «software lab» de Gijón.

Cincuenta y cuatro de los cincuenta y ocho ingenieros que integran la plantilla de Indra en el área empresarial de Cabueñes proceden de las aulas de la Universidad de Oviedo, siendo mayoría los que se formaron en la vecina Escuela Politécnica de Ingeniería de Gijón, tal como manifestaba el director del centro, el asturiano Venancio Ranz Acevedo, durante la presentación de la nueva sociedad de «partners» (socios) de la Escuela hace escasas fechas.

Fue precisamente el talento que existe en la Universidad asturiana el motivo que atrajo hasta la «milla del conocimiento» gijonesa a la empresa. «Uno de nuestros objetivos es potenciar las relaciones con las universidades locales», subraya Ranz.

Antes de su instalación en la ciudad, inicialmente en unos espacios cedidos de forma temporal en la Universidad Laboral, el director del centro venía siguiendo el desarrollo del polo tecnológico de Cabueñes. «Conocía muy bien el caldo de cultivo que existía en Gijón para traer aquí uno de nuestros centros de excelencia», recordaban sus compañeros en el momento de la inauguración.

Uno de los proyectos más ambiciosos en los que trabajan en estos momentos en el «software lab» de Gijón es el programa para el desarrollo del cielo único europeo, Single European Sky ATM Research (SESAR), cuyo objetivo es desarrollar las tecnologías necesarias para homogeneizar la gestión del tráfico aéreo en el ámbito de la Unión Europea. El centro está especializado en el proyecto ATM (Air Traffic Management), por lo que el mayor crecimiento de la factoría se está produciendo en este ámbito, aunque también presta apoyo a otros proyectos regionales adjudicados a Indra.

Igualmente, desde sus instalaciones del Parque Científico y Tecnológico de Cabueñes la empresa colabora en el desarrollo de la herramienta que soporta el control del tráfico en todo el espacio aéreo español.