Nuria Fomentí (Gijón, 1971) viene recorriendo mucho mundo desde muy pequeña. Ha pasado a lo largo de su vida temporadas en Miami, Inglaterra, Canarias, Suiza y Colombia. Fue en Cartagena de Indias donde se reconoció como pintora, empujada por la paleta y los ánimos que le dio el pintor Alejandro Obregón. Aquí hemos podido conocer alguno de sus trabajos en la Fundación Alvargonzález (1999) y la colectiva de jóvenes promesas de la galería Van Dyck de los años 2008 y 2010.

Esta de Cajastur ha permanecido desde diciembre en Mieres, Avilés y Gijón, para cerrar durante el mes de abril en FADE de Oviedo. Estamos ante una pequeña antología de su pintura. Los cuadros expuestos pertenecen a tres series. «Mundo Caribe», «Crónica de una obra anunciada» y «¿Las mujeres que leen son peligrosas? o están en peligro?».

«Mundo Caribe» recoge la tradición popular y fuertemente coloreada de los grandes muralistas mexicanos. Pero va más bien por el camino intimista de Frida Kahlo (Coyoacán, 1907-1954), elevando un canto festivo a la mujer en la vida cotidiana. Ha dejado atrás tanto el viejo empuje anticolonial como la melancolía sufriente de Oswaldo Guayasamín (Quito, 1919 - Baltimore, 1999). Le ha tocado vivir en su temprana juventud el reconocimiento del arte pop y siente afinidades con el pintor colombiano Enrique Grau (Panamá, 1920 - Bogotá, 2004) y el asturiano Eduardo Úrculo (Santurce, 1938 - Madrid, 2003). Las fechas de la muerte de estos pintores nos dicen cómo Nuria Formentí ha recibido una herencia, ha tomado cierto relevo. De modo que «Mundo Caribe» pinta mujeres de piel oscura, negras y mestizas, en el mercado o en labores de la casa, vestidas con amplios y coloristas ropajes, rodeadas de frutas, cacharros y enseres de colores vivos.

«Crónica de una obra anunciada» se inspira en el relato de Gabriel García Márquez (1981), escrita más de una década después de «Cien años de soledad» (1967). En el catálogo de Cajastur hay una carta de reconocimiento de su hermano Jaime García Márquez. La serie de Nuria Formentí se expuso en el Museo de Arte Moderno de Cartagena de Indias (2009). El visitante ilustrado puede identificar a qué momentos del relato de García Márquez hacen referencia las cuatro obras de esta serie («La carta», «La duda», «La espera» y «La despedida»).

Luego van las siete mujeres peligrosas, siempre junto a libros, en formato impreso tradicional o en nuevas ediciones informáticas. La composición de estas obras es muy sencilla, con aire a cómic de Roy Lichtenstein (Nueva York, 1923-1997), aunque huye de los primeros planos, salvo en el autorretrato. También se distingue Nuria Formentí del pop clásico en ciertas referencias y homenajes a autores históricos, como Vermeer de Delft, que en su día pintaron a mujeres de la alta burguesía holandesa. Cultiva un suave claroscuro, aplica volumen a sus figuras, huye del color plano.

La serie toma título de los libros de Stefan Bollmann («Las mujeres que leen son peligrosas» y «Las mujeres que escriben también son peligrosas», Maeva, 2006), que están en el escaparate de la tienda del Museo Thyssen-Bornemisza, donde ahora mismo se expone «Heroínas», en sus capítulos de «Solas, Cariátides, Ménades, Atletas, Acorazadas y Amazonas». Los siguientes capítulos («Magas, Mártires, Místicas, Lectoras y Pintoras»), se expondrán en la Fundación Caja Madrid. Un cuadro de Nuria Formentí une la exposición de Cajastur con «Heroínas», la mujer que lee de pie y de frente, vestida de azul con grandes margaritas estampadas, que se inspira en la lectora de Gustav Adolf Henning. En la historia de la pintura hay cientos de cuadros de mujeres leyendo, de modo que el comisario de «Heroínas», Guillermo Solana, conservador jefe del Thyssen, ha realizado un loable trabajo sin quedarse calvo. (Ver en internet el blog «La lectura en la pintura», servido por «Marta mira alrededor», 2010. Y otros). Casi siempre la Virgen de las Anunciaciones está rezando sobre su libro: una mujer ante su destino. Pero mi más modesto ideal de lector es el Doncel de Sigüenza: «el codo apoya, quiebra la cintura y se sumerge en la eternidad de su lectura». (Lo leí en un soneto a sus pies).

La lectura es símbolo del puente cultural y formativo que están pasando y han de pasar las mujeres para ocupar puestos de prestigio y poder en las sociedades occidentales. Que ellas nacen hoy como subidas en un cohete y se empeñan con fuerza en alcanzar sus objetivos es algo que todo el mundo conoce y aprueba. Otra cosa es que esto suceda en todo el orbe terráqueo. Son pocos quienes saben lo difícil que es cambiar el mundo.