No quiere que le llamen artista, sino autor. Pero, por encima de cualquier semántica, creo que este personaje es un aventurero. Un día cogió sus bártulos y, sin apenas mapas, brújulas o compases, se lanzó a un mundo, el de la escultura, ignorando qué iba a depararle. El resultado ahí está; una vez más la vida premia a los audaces. Hoy, la muestra de sus esculturas en la Fundación Alvargonzález, según los informes de sus rectores directos, ha batido todos los récords de visitantes.

-Por favor, defínase.

-Soy un gijonés de 54 años, absolutamente autodidacta en la realización artística. Siempre me han atraído las manualidades, hacer cosas con barros, plastilinas, cualquier materia manejable. Aparte, llevo 37 años trabajando en la misma empresa. Me considero alegre, disciplinado, madrugador...

-¿Dónde vive?

-Frente a los jardines de la Fábrica del Gas, pero el taller lo tengo en las proximidades de la plaza de toros.

-De pequeño, ¿para qué lo formaron?

-Para trabajar. Mi madre se separó de mi padre cuando yo tenía un año y tuvo que luchar duro para sacarme adelante. Solía decir: «Qué pena no tener medios para que Fernando desarrolle sus aficiones». Estudié en el Colegio del Corazón de María y en el Instituto Jovellanos, e inmediatamente me puse a trabajar.

-¿Cuándo inició sus pasos en la escultura?

-Seriamente, hace siete años, al fallecer tres personas muy importantes en mi vida: mis abuelos maternos y mi pareja. De las cuatro patas que me sostenían me quedó una, mi madre. Me vi tan perdido en la soledad que buscando una salida entré en el mundo artesanal. Antes había hecho algunas cosas para regalar a mis amigos o tener en casa, pero decidí tomarlo en serio como una terapia de salvación. Así, la primera muestra que celebré se componía de una serie de máscaras, algo monstruosas, que nunca volví a hacer, aunque ellas me liberaron de mis demonios interiores y pasé a disfrutar de la escultura.

-¿Cuántas exposiciones ha celebrado?

-Ésta, en la Fundación Alvargonzález, es la sexta y la más lucida por las virtudes de la sala, su espacio, su luz, su prestigio...

-Si trabaja en una empresa, ¿cuándo esculpe?

-Siempre hay horas libres, y sobre todo en los fines de semana.

-¿Conserva piezas que jamás vendería?

-No, yo no libero un ninot, como hacen en las Fallas. En el taller tengo esculturas que no he logrado vender, y en casa algunas especiales, pero no me importaría desprenderme de ellas.

-¿Adónde le gustaría llegar por este camino?

-Un sueño es poder vivir de la escultura. Y estar en colecciones importantes. Que se valore bien mi trabajo.

-¿Es ambicioso?

-No, quizá por eso no crecí en mis responsabilidades de empresa. Me conformo con una economía de la que pueda vivir discretamente, y a ser posible viajar.

-Dicen que es difícil el mundo de la escultura...

-Cierto, sus obras necesitan espacio, su ubicación es complicada. Por este motivo he elaborado piezas que pueden colgarse y que resultan muy decorativas.

-He visto que sus obras hacen concesiones a la tauromaquia, al folclore, al mundo femenino...

-La España cañí me encanta. Aquella tradición pura y dura de los años treinta, cuarenta o cincuenta, lo que llamaron la farándula, me atrae sin remedio. También el transformismo; intento tratar con alegría la vida difícil de estos personajes, sacarles su humanidad, su ternura, incluso su poesía.

-¿Qué rasgo de su carácter considera más sobresaliente?

-Quizá, la sensibilidad. Me emociono fácilmente, sobre todo ante el sufrimiento ajeno, y me indigna la indiferencia del mundo que rodea ese sufrimiento.

-¿Y lo que menos le gusta de su persona?

-Estoy bastante conforme conmigo mismo, aunque puede que esto no sea bueno...

-¿Dónde centra sus ideales artísticos?

-He mamado de muchos pechos. Me influye el teatro, el cine, sobre todo el de Almodóvar; me gusta Botero... Hay quienes descubren en mi obra pinceladas de mis autores preferidos.

-¿Qué bien material conserva como un tesoro?

-No tengo adherencias especiales. Guardo cosas humildes, como una colección de caracolas que traje de Cuba, unas piedras de Lanzarote...

-¿Qué talento le gustaría añadir a su personalidad?

-Ninguno, sólo quiera ser un magnífico escultor, pero voy dando pasitos.

-¿Cambiaría algo de su físico?

-No, no me veo mal.

-¿Se ha llevado algo la crisis de su alrededor?

-Les está quitando el trabajo a algunos amigos, aunque el mío, de momento, lo conservo.

-La política nacional, autonómica y local está que arde, ¿qué opina?

-Nada, soy absolutamente apolítico y nunca voto.

-Aficiones sí tendrá...

-Disfruto del cine, de la música, del teatro... Cuando viajo a Madrid llevo una agenda de jornada completa.

-¿Cómo valora el éxito de su exposición actual?

-Ha dicho el presidente de la Fundación Alvargonzález, Juan Alvargonzález, que desde que la sala funciona, hace casi una década, esta muestra, titulada «De un mundo raro», en la que se exhiben 21 piezas con sus correspondientes fotografías, es la que más público ha recibido.