Historiadora, ganó en la sección dedicada a Gijón

J. M. CEINOS

«Capillas populares y señoriales en el concejo de Gijón (Asturias). Inventario-Catálogo» es el título del trabajo con el que el pasado miércoles, 4 de mayo, la historiadora María Prieto Vergara ganó el XIII Premio de Investigación y Divulgación «Rosario de Acuña» (en su sección dedicada a Gijón), que convoca el Instituto de Educación Secundaria Rosario de Acuña, de Gijón. El premio está dotado con 2.500 euros en metálico.

En la introducción del trabajo, su autora explica que «la arquitectura de carácter religioso deja sus primeras huellas en el concejo en la emblemática villa de Veranes, demostrando con ello que los espacios paganos fueron tempranamente sacralizados, para llegar al presente, donde muchas capillas han perdido tal valor. Al final, hemos obtenido un inventario-catálogo, amplio y riguroso, de las capillas populares y señoriales del concejo de Gijón, ordenadas por parroquias».

María Prieto Vergara nació en La Habana en 1968. Es licenciada en Historia y en Historia del Arte por la Universidad de Oviedo y técnica especialista en Biblioteconomía, Archivística y Documentación. Además de numerosos artículos, es autora de los libros «Respuestas generales al Catastro del Marqués de la Ensenada en el concejo de Gijón» (2006) y «Escudos de armas en el municipio de Gijón» (publicado en 2005 y del que también es autor Miguel Cimadevilla Rodríguez). Actualmente prepara su tesis doctoral sobre «Ornamentos litúrgicos textiles en Asturias, desde el concilio de Trento hasta el Novus Ordo Missae».

-¿Qué la impulsó a abordar el estudio de esa parte tan concreta del concejo?

-En términos generales, me da mucha pena que las cosas que nos han precedido se pierdan en el tiempo, y es una de las razones por las que muchas veces hago trabajos de investigación que la gente no entiende, que pierda, entre comillas, mi tiempo. Las capillas, como muchas otras cosas, merecen protección, pero la gente apenas mira por ellas.

-Además es un asunto muy poco tratado en la historiografía local, ¿o me equivoco?

-Son también cuestiones muy personales, ideológicas, y mi propia formación académica. Hay una serie de patrimonio al cual prácticamente no se mira; por ejemplo, en la ley de Patrimonio se hace muchísima mención a los hórreos, a las paneras, y un pequeño apartado que se dedica a las capillas. Pero no dice nada novedoso, ahí están los estudios del padre Patac o de Hurlé Manso. Hay elementos que pertenecen a la historia local y nosotros vemos edificios, pero los que prevalecen son los de las familias pudientes o administrativos, y otros que se van perdiendo. Gijón estuvo poblado por familias obreras y, sin embargo, sólo tenemos un reducto en la zona de El Natahoyo y la ciudadela de Capua que nada nos dice.

-Tras el trabajo de campo que tuvo que llevar a cabo para hacer el trabajo, ¿qué puede decir sobre el estado general de conservación de las capillas gijonesas?

-Sinceramente, algunas están en un estado deplorable y otras ni siquiera nadie sabe que existieron. Me siento orgullosa de una capilla que está en la zona de La Pedrera, pregunté a los vecinos, y nadie sabía nada de ella; pero allí, por suerte, vi una especie de matojo, me metí, me hice heridas y, como Indiana Jones, salí victoriosa.

-¿Y desde el punto de vista artístico, qué importancia atribuye usted a las capillas del concejo, en general?

-La máxima; tenga en cuenta que la mayor parte de las que tuvimos fueron justamente del período de época moderna y hasta finales del siglo XIX existieron, pero la propia ordenación urbanística y el cambio de mentalidades hicieron que desaparecieran de nuestro trazado urbano; pero siempre estuvieron, quiero decir, es una cosa consustancial a la gente. Hoy la sociedad se ha ido secularizando, pero tengamos en cuenta que estamos en un país en el que el mundo de la Contrarreforma estuvo prácticamente vigente hasta lo que es la reforma del Concilio Vaticano. Existieron muchas capillas y muchas familias que aún las mantienen con un sentido de cariño, aunque no las suelen utilizar como espacios religiosos. Unas se utilizan, por desgracia, como almacenes, muchas han perdido sus retablos y algunos fueron quemados, y las que se conservan es por amor al arte, a las tradiciones o a la familia.

-¿Qué capilla es la más destacada?

-La de la misma colegiata de San Juan Bautista y una que está en perfecto estado es la de Álvaro Armada Barcáiztegui, el conde de Güemes, en su finca de Deva, donde hay cosas maravillosas.