R. VALLE

El paso de las décadas ha reducido el tamaño de sus jardines, afeado la estética de sus fachadas y generado visibles grietas a partir del asentamiento del edificio por la inestabilidad del terreno; pero el palacete que Ladislao Menéndez Bandujo encargó en 1907 al arquitecto Manuel del Busto en una parcela del antiguo Paseo Velódromo sigue dignamente en pie en la plaza de Europa haciendo levantar la mirada de los gijoneses y suscitando sus comentarios de curiosidad. Gijoneses que, ahora, son los dueños legítimos del chalé que don Ladislao puso en pie como residencia familiar. El Ayuntamiento de la ciudad acaba de hacerse con la propiedad del inmueble a través de una operación de permuta por un valor económico de 2,2 millones de euros con los herederos de don Ladislao, que a cambio se hacen con suelo edificable en el área de la antigua Pecuaria de Somió.

Esta adquisición pone en manos del Ayuntamiento la supervivencia de un inmueble singular, un ejemplo de la obra de uno de los grandes de la arquitectura local y un edificio que tiene el máximo nivel de protección en el nuevo catálogo urbanístico de la ciudad. Es en la ficha de ese catálogo donde se puede leer que se trata de «uno de los ejemplos más relevantes de la arquitectura de influencia modernista de la ciudad, con una excelente calidad formal en sus fachadas profusamente decoradas. Se trata, además, de un edificio con una importantísima presencia en la imagen urbana de la ciudad y es destacable por tratarse de uno de los escasos ejemplos de vivienda unifamiliar que han pervivido en el casco urbano». Ésos son los méritos para su catalogación.

Sus usos futuros dependen muy mucho de las necesidades de reforma que se deban acometer, y que se suponen profundas y costosas ya que hay graves problemas de cimentación; pero la idea inicial era convertir el palacete en la sede oficial de la Sociedad de Turismo.

Pero eso es el mañana. ¿Y el ayer? Nadie tiene muy claro cómo juntó sus dineros Ladislao Menéndez Bandujo, pero parece evidente que debía tener muchos porque en 1907 encargó al tiempo a Manuel del Busto la construcción de su residencia familiar y de un edificio de varias plantas que también se puede disfrutar en la céntrica esquina de las calles Instituto y Jovellanos. En esa época el arquitecto nacido en Cuba ya firmaba la ejecución del edificio del café de San Miguel. Años más tarde llegarían, por ejemplo, el inmueble de la Escuela Superior de Comercio, la denominada «Casa Blanca», la estación de Alsa y el desaparecido cine Roxy.

«La casa de Ladislao Menéndez se terminó entre los años 1908 y 1909; y si por fuera es muy llamativa, por dentro es muy singular. Todos los diseños de rejería, de vidrieras, de mobiliario... todo tiene interés, merece una restauración completa», explica el historiador Héctor Blanco, uno de los máximos expertos en arquitectura de Gijón y en la obra de Del Busto, que tuvo la oportunidad de visitarla con detenimiento hace años para una de sus investigaciones. La vivienda, tanto por fuera como por dentro, mantiene la originalidad del trabajo de Del Busto, aunque la finca perdió hace años un tercio de su superficie por el desarrollo de la avenida de la Costa. El crecimiento de la ciudad se llevó por delante parte de los jardines y las cocheras. «Nada singular», sentencia Blanco. Curiosamente, el escaso mantenimiento que ha generado la imagen de abandono del inmueble ha garantizado, sin embargo, que no se realizaran añadidos que contaminaran el trabajo original del arquitecto.

Busto, explican los responsables del catálogo urbanístico de Gijón, «concibió un edificio aislado rodeado de jardín por dos de sus flancos y con un diseño realizado a base de un conjunto de volúmenes cúbicos aterrazados. La torre situada en uno de los ángulos de la fachada principal se configuró como el elemento integrador del conjunto. En la ornamentación se emplearon elementos fitomorfos en paneles, columnas del mirador y balaustradas». La estética externa del palacete de don Ladislao la convierta en prima hermana del chalé de «La Javariega», en Llanes, que Manuel del Busto construyó para el indiano Manuel Harta Sánchez. Se trata de la única aportación de Del Busto a la arquitectura llanisca.

Uno de los elementos más peculiares del inmueble es ese mirador que permitía a los Menéndez de aquellos años ver un Humedal sin edificaciones, vislumbrar las torres de la iglesia de San Lorenzo y puede que incluso otear el mar. Desde luego, visiones que ahora mismo están vedadas. Más desapercibida pasa la chimenea, aunque Blanco reivindica su valor al recordar que «en ella Busto utilizó la técnica del trencadís (hacer mosaicos o azulejos u otros materiales rotos) que entonces sólo hacía Gaudí».

La organización del interior de la casa de don Ladislao parte de un espacio central y en altura: un gran vestíbulo o sala que, en la planta baja, ejerce de distribuidor y de la que salen accesos a la cocina, el baño, la caja de la escalera y dos despachos o salitas. Los dormitorios están en la planta superior, donde una balconada permite la comunicación al tiempo que la visibilidad hacia la planta inferior. El inmueble también incluye un sótano que en aquellos tiempos se pensaba como área de lavadero y podía realizar funciones de cochera y almacenamiento. La decoración interior muestra la belleza de piezas de madera realizadas directamente para encajar como mobiliario específico de la casa y el colorido de las llamativas vidrieras. Sin olvidar la delicadeza de los trabajos de rejería y la presencia de la escalera que comunica las alturas de la casa. Todo un catálogo de pequeños lujos.