Luján PALACIOS

La parroquia de Serín está «harta» de sufrir contaminación por sus cuatro costados, y por eso ayer rechazó , de nuevo y de plano, el proyecto para la construcción de la macroincineradora de basuras proyectada por Cogersa. El local de la Asociación de Vecinos San Miguel se quedó pequeño para celebrar una mesa redonda organizada por el Club LA NUEVA ESPAÑA en el que quedó patente el riesgo que supondría para la población la quema de la fracción resto de las basuras que no logren reciclarse.

En el debate intervinieron el veterinario Emilio Noval, el ecologista y doctor en Ciencias Geológicas Julio Barea, responsable de contaminación de Greenpeace, y el doctor Félix Payo, neumólogo y especialista en fisiología respiratoria del Instituto Nacional de Silicosis. Representantes municipales de Foro Asturias declinaron participar en el debate dado que la incineradora será uno de los temas que forma parte de la negociación regional con el PP. Quienes sí estuvieron fueron más de medio centenar de vecinos y miembros de Ecologistas en Acción como Paco Ramos o Fructuoso Pontigo, de la Coordinadora Ecologista de Asturias, y todos ellos mostraron su incertidumbre y malestar por el proyecto, para el que «nadie nos ha consultado nada y por el que no recibiríamos nada a cambio», manifestaron enérgicamente los afectados.

Únicamente Emilio Noval defendió la posibilidad de construir una incineradora, si bien «estoy completamente de acuerdo con que las dioxinas de la combustión son peligrosas y deben ser los vecinos los que tengan la primera palabra en este asunto», indicó. No obstante, y ante el desacuerdo del auditorio, Noval defendió que estas emisiones «no tienen efectos sobre la ganadería ni sobre la población, como se ve en las incineradoras de Francia o de Austria». Una versión que dista mucho de la ofrecida por el médico Félix Payo, que subrayó que las partículas que emite la incineración «son persistentes en el medio ambiente y pasan a la cadena alimentaria». Para Payo, lo más delicado es el manejo de los residuos de la incineración, que contienen elevados niveles de toxinas que «habría que aislar y tratar como si fueran residuos nucleares». De hecho, subrayó que la Unión Europea ha reconocido hace años la «indiscutible toxicidad» de las dioxinas.

Julio Barea, de Greenpeace, recordó que de las diez plantas que existen en España «todas contaminan», y denunció que las mediciones de dioxinas «están casi siempre manipuladas» para enmascarar la contaminación. «La Organización Mundial de la Salud insiste en que no hay un nivel de exposición seguro», afirmó.

Los ganaderos de la zona, como José Luis Cuervo, aseguran entretanto tener «muchos motivos para estar preocupados», porque del horno depende no sólo su salud: también su medio de vida.