Quiero comenzar agradeciendo a la Alcaldesa y a toda la Corporación mi nombramiento como Hijo Adoptivo de Gijón. Nombramiento y honor que recibo con gran orgullo, acompañado de toda mi familia y muchos amigos, que atestiguan la importancia que esta declaración de vecindad tiene para mí y para los míos.

También agradezco enormemente a la corporación saliente que haya acordado nombrarme Hijo Adoptivo de Gijón. Su alcaldesa, Paz Fernández Felgueroso, siempre hizo que aquí me sintiera como en casa. Cuando Pilar Pardo me llamó, en febrero de 2010, para proponerme ser Hijo Adoptivo de Gijón, no lo dudé un instante. No nací aquí pero siempre he presumido de haberlo hecho y ahora, por fin, iba a poder decir la verdad.

Todos sabemos que en la vida son las cosas que eliges las que verdaderamente muestran lo que llevas dentro. Pero elegir sucede mucho menos a menudo de lo que pensamos cuando somos jóvenes. Muchas de las cosas que marcan nuestra existencia nos vienen dadas y hemos de aprender a vivir con ellas, con las buenas y con las malas. Además, lo que eliges tiene un valor especial. Sabes que dejas otras cosas de lado que también te atraen pero no lo suficiente. Yo he vivido y vivo en muchos sitios, todos forman parte de mi vida. Pero es en Gijón donde mis raíces están bien plantadas y donde cada vez las riego con más decisión. Hoy, sin duda, se hacen mucho más profundas gracias a esta decisión de hacerme Hijo Adoptivo.

Donde vivimos determina muchas cosas. Nos guste o no, el lugar en que pasas tus días condiciona en parte tu existencia. Pero, gracias a Dios, y por mucho que manden las circunstancias, podemos sentirnos parte de muchos lugares. Unos próximos y otros remotos, unos más habituales y otros más alejados, e incluso esporádicos. También es cierto que la vecindad es algo más que donde vives. Sin duda, la cotidianeidad tiene mucha importancia en este mundo donde tan difícil es atrapar el instante. Pero la reiteración del día a día puede resultar lo contrario de vivir intensamente.

Yo no vivo en Gijón, pero estoy siempre aquí. En muchos sitios del mundo he recordado el perfil de los montes de Deva y de Caldones en una tarde de verano. La sensación de libertad que se siente al acercarse a las pequeñas playas entre la Providencia y Quintueles. El olor dulce y penetrante que se respira al pasear en las caleyas entre mayo y el final del verano. La maravilla de las olas de San Lorenzo saltando sobre el Muro en el invierno.

Pero recuerdos y sensaciones se tienen de muchos sitios y eso no necesariamente los convierte en tu casa. Lo que lo hace son las personas.

Gijón es para mí, mi familia, mi casa. Lo primero es evidente. Miren mis apellidos y no hay que explicar más. Pero no me refiero a eso. Sin duda, mi tío Juan, aquí presente, recuerda cómo me enseñó desde pequeño a querer a esta ciudad contándome su historia y enseñándome sus rincones, a aquel niño de Madrid que era yo entonces. ¡Qué bien sabía mi madre quien podía guiarme hacia el sitio que ella tanto quería! Regularmente me mandaba a casa de sus hermanos, familias numerosas para un hijo casi único y de la capital, lo que entonces parecía significar un mundo distinto. Tíos y primos que me han acompañado toda la vida. Ya ven ustedes que Gijón es, sin duda, mi familia, mi casa.

Aunque la familia es algo más que los lazos de sangre. Otros amigos de toda la vida están también aquí. Amigos con los que he vivido sin compartir el día a día, pero sí la vida. Desde las primeras vacaciones, al principio de mi vida profesional en el mundo de los negocios. En esto fue mi padre el que me mandó para Asturias para que mis raíces fueran más allá de los vínculos personales. Para los que conocieran a mis padres, no les sorprenderá el acento que cada uno puso en su deseo de que mis raíces se robustecieran de esta tierra. Y yo lo intento con mis tres hijos, plantando muchas de sus raíces también aquí.

Aunque lo más importante es que a mí me gusta Gijón. Su desplante, su fuerza, su igualdad, su calidad sin pretensiones. La vida me ha hecho dar muchas vueltas -y sigo dándolas, por suerte- y sé lo que digo. En un momento muy difícil, mi padre le dijo a mi hermana «la vida empieza todos los días». Tenía mucha razón. Así que en un momento feliz como este, Gijón me gusta aún más. A los 62 años esta ciudad ha tenido la deferencia de hacerme Hijo Adoptivo, para mí una gran sorpresa y una enorme alegría que me une aún más a esta ciudad. Hoy no vengo aquí a recordar personas y memorias, que me encantan, me interesa más lo que tengo por delante. Así es como me siento en el Gijón de hoy. Puede que cada esquina traiga un recuerdo, una cara a la memoria, pero es el presente el que me hace sentir bien.

Nuestra ciudad, milenaria, tiene que mirar al futuro con decisión. Gijón es bonito, la naturaleza y la personalidad que da a sus vecinos lo hacen así. No todo es perfecto pero a mí me gustaría que nos creyéramos la belleza del entorno que heredamos. Es verdad que el Gijón del siglo XXI es de los ciudadanos que lo habitan hoy pero pensemos también en los gijoneses del futuro. Saber y naturaleza, potencia y señorío, tradición y revolución nos han traído hasta aquí. Son una magnífica combinación. Conservémosla, mejorémosla, ampliémosla. Siendo Hijo Adoptivo de la ciudad todavía me siento más en casa y más feliz de estar en ella, ser uno más de ustedes.

Muchas gracias.