E. M.

Por delante de la mirada tranquila de Honorino Tesier ha pasado la historia reciente de Serín. Cuando este zamorano de vocación temprana llegó a la iglesia hace cincuenta años, el pueblo no estaba partido en dos por la autopista «Y», ni nadie había oído hablar de incineradoras o subestaciones eléctricas para líneas de alta tensión. Por eso, todos los vecinos escuchan con atención y respeto en cuanto su cura empieza a hablar. Quedó demostrado ayer, una vez más, durante el emocionante homenaje que le tributaron, primero en el templo parroquial, y después en el restaurante Savannah. «Hay gente que apuesta a que Serín va a desaparecer. Pero si la mitad de los que estáis aquí lucháis por el pueblo, Serín durará para siempre», señaló durante su discurso, ante los 230 comensales que abarrotaron el salón.

El tributo, organizado por Gerardo Castro, José Luis Junquera, Alfredo Fernández y José María Losa, arrancó al mediodía con una eucaristía muy especial, a la que acudieron decenas de fieles y que precedió al descubrimiento de una placa junto a la puerta de la iglesia con la imagen de don Honorino y una breve reseña. «De esta forma, queremos agradecerle todo el esfuerzo que ha hecho por muchísimos de los residentes en Serín durante estas cinco décadas», señaló Losa. Después, los asistentes se trasladaron para celebrar el homenaje hasta el restaurante, donde el sacerdote estuvo acompañado por más de una veintena de sus familiares, procedentes de diversos puntos de España. Además, también acudieron el vicario general del Arzobispado de Oviedo, Jorge Fernández Sangrador, y el concejal de Mantenimiento y Obras de Infraestructura, Manuel Arrieta.

Más nutrida aún si cabe fue la presencia de representantes de las diferentes organizaciones ciudadanas con las que cuenta Serín. «Estuvieron todos los motores del pueblo», explica Losa. Además del presidente de la Asociación de Vecinos «San Miguel», Luis Junquera, tampoco faltaron los dirigentes de la Cooperativa de Aguas, Maximino Targheta, ni del Club Xente Xoven, Luis Cuervo. También se sentaron a la mesa prácticamente todas las directivas de estos colectivos y otros muchos gijoneses residentes en otros pueblos o en la ciudad.

«Todavía recuerdo perfectamente el disgusto que me supuso saber que iban a tirar la casa rectoral para construir la autopista», señaló Tesier durante un largo discurso plagado de anécdotas y con muchas alusiones a «la gran cantidad de hombres y mujeres que han luchado durante todo este tiempo para que todos vivamos mejor». Poco después, también tirarían su vivienda en San Andrés de los Tacones, la otra parroquia a la que llegó en 1961 y que abandonó hace algo más de tres años. «Por entonces, no ganábamos para disgustos», prosiguió.

Sin embargo, Tesier ofreció una visión optimista sobre el futuro de la parroquia, asediada desde hace tiempo por las infraestructuras industriales, como las instalaciones del Consorcio de Recogida de Residuos Sólidos (Cogersa) y los accesos a la Zona de Actividades Logísticas e Industriales de Asturias (ZALIA). «Creo que existe ese futuro y que podemos luchar por él», señaló ante un auditorio que respondía con una larga ovación a cada una de sus explicaciones. En este sentido, instó a las generaciones más jóvenes a proseguir la lucha que ha caracterizado a sus padres y abuelos.

Tras el resto de alocuciones, que se prolongaron durante más de una hora, dio comienzo una sesión de baile que entretuvo a los presentes hasta última hora de la tarde. Después, buena parte de ellos regresó hasta sus casas con la satisfacción de haber homenajeado a un «hombre justo y sensato», como lo calificó una de sus «devotas». «Pocos curas pueden decir que han estado al servicio de una comunidad durante medio siglo; así que bien se merece algo así», reconocía otro de los asistentes nada más concluir la entretenida comida. El próximo domingo, muchos de ellos volverán a la misa de don Honorino para escucharlo hablar otra vez de lo humano y lo divino y para profesarle de nuevo el cariño que renuevan cada semana.