Como todas aquellas cosas que están firmemente ancladas en las raíces de un pueblo, el fado no es una cuestión fácil de definir; lo mismo sucede con el flamenco, el tango y otros tipos de músicas que resumen la idiosincrasia de una colectividad. Los estudiosos lanzan todo tipo de teorías sobre su origen, a veces contradictorias, pero en lo que todos están de acuerdo es que en el fado hay un algo místico y etéreo que atraviesa el alma. En su configuración no hay que analizar sólo el contenido de las palabras, siendo muy importantes; igual de esenciales son la melodía, los tonos, el vibrato (gemido), los gestos, la indumentaria... Todo en el fado canta, llora, ríe; todos los ingredientes expresan amor, celos, añoranza, fiesta, luto, alegría, soledad o esperanza. Su nombre remite de manera irremisible al fatum latino, ese ineludible destino programado por los dioses. La gran fadista Amália Rodrigues, figura máxima del fado, decía acertadamente que el fado «es un estado del espíritu».

Aquí está, en la «Festa do Fado», organizada por la Asociación de Amigos del Fado en Asturias, con la colaboración de la Fundación de Cultura del Ayuntamiento, desde ayer en el centro cultural de Pumarín-Sur, donde tuvo lugar la proyección del documental «El fado, un canto del alma», seguido de una charla-coloquio con la fadista Manuela Cavaco, y los músicos de guitarra portuguesa y viola Pedro Marques y Miguel Monteiro.

Hoy, viernes, en el mismo lugar y la misma hora, habrá una actuación, de entrada gratuita, hasta completar el aforo del salón, a cargo de dichos artistas. Además también estarán presentes y dispuestos a cantar en una cena portuguesa con fados en el hotel Begoña Centro, a partir de las 10 de la noche.

«Fado, palabra enorme (?) lleva dentro todo lo que quisiéramos. Nace todos los días y no muere nunca. Se eterniza cada vez que la pronunciamos. Hace eco. Hiere. Hace sonreír. Es una lágrima y una sonrisa. Es nuestra. Sólo nuestra. Recompone. Hace temblar. Produce escalofríos», dicen de él Alexandra Carita y Jorge Simão en su libro «Fados nossos».

Y nos lo trae la fadista Manuela Cavaco, nacida en Montijo, ciudad de la castiza región ribatejana, que tiene una dilatada carrera artística de actuaciones en casas de fado lisboetas, en teatros a lo largo Portugal y giras por varios países europeos y por EE UU. Canta fados clásicos y fados-canción del repertorio de Amália Rodrigues y de otras fadistas tradicionales. Le acompañan en la música dos jóvenes guitarristas, también conocidos en el ambiente del fado lisboeta.