Pablo TUÑÓN

Noviembre huele a castaña asada en Gijón. Muchas instituciones, desde colegios hasta asociaciones vecinales, celebran el tradicional amagüestu, una fiesta que tiene mucho de compartir. De eso presumió ayer la Fundación Revillagigedo, que repitió éxito un año más dotando en esta ocasión a su cita de un plus de solidaridad.

«Uno de nuestros fuertes es la formación en valores, más allá de la académica», presumía José Luis Casaprima, director del Revillagigedo, con el crujir de las castañas tostándose de fondo. No es para menos, pues el amagüestu de ayer era especial. Los alumnos de 2º de Grado Superior de Electrónica sorteaban unas cestas para recaudar dinero con el objetivo de que dos chicas huérfanas de Honduras puedan terminar sus estudios en su país. Ellos mismos recogieron con sus manos los cerca de 90 kilos de castañas que se asaron para vendérselos al Revillagigedo y obtener dinero con el mismo fin. «Creo que lograremos el objetivo de que las dos chicas terminen sus estudios», aseguraba un satisfecho David Alas, uno de los alumnos implicados en la iniciativa solidaria.

Además de las castañas, 100 litros de sidra dulce corrieron con música asturiana de fondo. Entre los asistentes había gente de todas las edades. «Es un día de reunión de la comunidad educativa: profesores, alumnos, ex alumnos y familiares. Aprovechando esta temporada asturiana tan característica», explicaba Emilio Díaz, maestro del Revillagigedo que lleva 13 años en la organización del amagüestu.

«Esto está muy bien para unir en camaradería a profesores y alumnos. Es agradable tomar algo con ellos después de las clases», señalaba Manuel Monasterio, que este año empezó a estudiar el Grado Superior de Construcciones Metálicas en la fundación de los jesuitas, cuyo taller sirvió ayer de agradable escenario para el amagüestu con la ayuda de un artefacto fabricado por alumnos del centro hace unos 20 años que sirve para asar castañas.

Entre los que disfrutaron de los productos otoñales estaba Luisa Gil, madre de 87 años de un profesor del centro. «No me lo pierdo porque está aquí mi hijo. Venimos varios de la familia y tenerlos aquí a todos juntos me encanta», aseguraba mientras pelaba una castaña.

Después, participó junto con otros muchos de los asistentes en el bingo que la fundación celebró en un aula del centro. Acudió a él con entusiasmo, dado que el año pasado ganó un monopatín para su bisnieto. Este juego puso fin repartiendo suerte a la cita del «Gedo», que se despidió hasta el próximo otoño.

El crepitar de las castañas se reprodujo también en otros escenarios. Al mediodía otro amagüestu hizo las delicias de niños y padres en el centro de educación infantil San Eutiquio, donde hubo tiempo también para juegos infantiles y para mayores, además de bailes, concurso de tortillas y demostración de la maya de la manzana. Una jornada similar se celebró en la Escuela Infantil Gloria Fuertes, también con juegos autóctonos y mucha atención a la cultura de la manzana. Del mismo modo, los niños fueron los protagonistas del amagüestu en el Colegio Público Los Pericones, donde hubo un taller de gaita así como de danzas y canciones y de refranes y dichos.

Los temas y vestimentas tradicionales de los críos acentuaron el tono asturiano de un noviembre gijonés con aroma a castañas y sidra dulce. Un otoño con sentimiento solidario de hermandad entre vecinos, profesores, compañeros de clase o padres y madres de instituciones de enseñanza. Todo gracias al amagüestu.