Nuestros jóvenes están acostumbrados a ver zombis y vampiros por todas partes, así que los alumnos del IES Doña Jimena no se extrañaron cuando, ayer, Jovellanos volvió a la vida durante 45 minutos. ¿Jovellanos un zombi? ¿Un vampiro? Pues sí. ¿Por qué no?

Para conmemorar el doscientos aniversario de la muerte de Jovellanos, la profesora de Historia y escritora Victoria Rodríguez decidió que el viejo Jovellanos se hiciera de carne y hueso en la obra teatral «Una tarde en la Casona». Ante los asombrados ojos de los jóvenes estudiantes, un Jovellanos encarnado maravillosamente por Manuel Jesús Álvarez, profesor de Historia y desde ahora candidato al «Goya» al mejor actor revelación, repasó la vida del ilustre gijonés, sus obras, sus buenos momentos en Sevilla, sus malos momentos en Mallorca, su labor política, su experiencia en la corte y hasta su muerte. La propuesta de Victoria Rodríguez era tan sencilla como atrevida: un grupo de visitantes recorre la casona de Jovellanos y sigue las explicaciones de la guía, interpretada por la propia autora de la obra. Cuando la visita está a punto de finalizar, una joven contempla un retrato de Jovellanos y pide permiso a la guía para quedarse un ratito más en busca de inspiración, pues tiene que redactar un trabajo sobre don Jovino. Y, entonces, aparece el mismísimo Jovellanos, con peluca y todo, dispuesto a ayudar a la joven interesada en su vida. El zombi de Jovellanos, podríamos decir, aunque sin la ropa manchada de sangre y con todos los miembros de su cuerpo en perfecto orden. Los zombis de la serie televisiva «The Walking Dead» comen carne humana y sólo se detienen cuando se les vuela la cabeza con un disparo. El zombi de Jovellanos, en cambio, no necesita comer carne porque se alimenta de la curiosidad de los que escuchan el relato de su vida, y nadie le puede detener porque los grandes hombres (y mujeres) siempre son así: imparables, inagotables, inmortales.

El Jovellanos que pudimos ver en el IES Doña Jimena era un Jovellanos zombi pero también un Jovellanos vampiro, puesto que dio lo mejor de sí mismo al abrigo de la oscuridad del decadentemente hermoso salón de actos del instituto gijonés. Oscuridad y silencio es lo que necesitaba Jovellanos para hacerse con un público joven que descubrió en vivo y en directo que ese tal Jovellanos, del que tanto habían oído hablar, es algo más que una estatua y un viejo nombre del pasado. Jovellanos, como recordó José Luis Fernández, director del IES Doña Jimena, está tan vivo que sus opiniones sobre la escuela pública o la igualdad de oportunidades podrían figurar en el programa electoral de cualquier partido político democrático. Rocío García, antigua alumna del instituto, supo interpretar con la necesaria delicadeza a la joven que escucha el relato de la vida de Jovellanos en primera persona, y todos los espectadores se sintieron así parte de la obra. No es extraño, porque si la profesora Victoria Rodríguez es una gran escritora y el profesor Manuel Jesús Álvarez nació ayer para el mundo del espectáculo, Rocío García (estupenda actriz, cantante capaz de conmover hasta tipos duros como Mourinho y excelente estudiante en la Universidad de Oviedo) lleva años llenando de alegría los teatros y salones de actos de Asturias.

¿Qué faltaba para que, como diría Woody Allen, la cosa funcionara? Unos decorados convincentes y, a ser posible, baratos (los recortes no pueden con el entusiasmo). Y para eso estaban Ángeles Bango, Carmen González y Mari Luz Fernández, profesoras del IES Doña Jimena y las responsables de que un sobrio escenario pareciera la casona de Jovellanos.

Durante cuarenta y cinco minutos, unos cuantos jóvenes estudiantes gijoneses caminaron al lado de un zombi llamado Jovellanos. Este fin de semana, cuando esos jóvenes pasen por la plaza del Seis de Agosto saludarán a la estatua de Jovellanos y dirán en voz alta: «Yo escuché hablar a este zombi que murió hace doscientos años». Mola.