Luján PALACIOS

Los alumnos del IES Padre Feijoo están listos para ir a Marte. O para echar a volar. O para sumergirse en submarino. Porque desde hace tres años, numerosos estudiantes se forman en la asignatura optativa de robótica, una novedosa materia que les ha permitido construir ingenios capaces de hacer múltiples tareas por sí solos. Y toda esa tarea acaba de ser reconocida con el I Premio Impulso TIC de Educación concedido por los Colegios Profesionales de Ingenieros Informáticos del Principado.

El trabajo sobre la robótica se inició hace ya tres cursos en el centro, cuando la Consejería de Educación les dio la posibilidad de ofertar esta materia entre sus optativas. Ángel Arcadio Menéndez, profesor de Tecnología del centro, lleva ya doce años trabajando en este campo, y pensó que podía ser una materia interesante para los alumnos. El resultado ha sido «todo un éxito», asegura.

Roberto Vega, profesor de Física y Química, coordina con él la asignatura, y los dos se muestran encantados con el rendimiento de los estudiantes. Tanto, que la labor que desarrollan ha sido merecedora de un premio al que optaban una decena de proyectos de otros tantos centros educativos de la región.

La robótica se trabaja desde una triple perspectiva: en un grupo de cuarto curso de la ESO, como asignatura optativa, y en otros dos grupos voluntarios que acuden al IES, fuera del horario lectivo, en dos grupos, los martes y los jueves por la tarde. En el grupo de la asignatura optativa, compuesto por 19 alumnos, se trabaja en la creación de un «Rover», un vehículo como los que ha enviado la NASA para la exploración de la superficie del planeta Marte. Los grupos vespertinos, con alumnos desde primer curso de la ESO hasta segundo de Bachillerato, trabajan en una competición con piezas Lego y en varios proyectos individuales, entre los que figura un helicóptero que volará, si todo sale según lo previsto, de manera autónoma.

«La clave está en la motivación», aseguran los docentes. «Los chavales, con la estimulación adecuada, ofreciéndoles los materiales y la posibilidad de desarrollar la creatividad, son capaces de hacer cosas increíbles; a mí me han dejado pasmado», asegura Roberto Vega.

Partiendo de cero, los alumnos son capaces de crear sus propios robots con materiales de reciclaje, programarlos y lograr que realicen varias tareas, con distintos grados de complejidad. Desde recorrer una superficie irregular hasta desplazarse a una base y transportar materiales con un brazo teledirigido. Cada robot tiene que pasar una serie de pruebas establecidas por los profesores, y el trabajo se complementa con la redacción de memorias y la justificación de los trabajos.

Uno de los proyectos en los que trabajan con más ahínco estos días los siete chavales de uno de los grupos voluntarios les llevará a la competición First Lego League, un certamen que tiene lugar a nivel regional y nacional y que consiste en la creación de un robot que realice varias actividades relacionadas con un tema científico en concreto. El concurso está patrocinado por Lego, que presta a los alumnos una caja con piezas que deben utilizar para desarrollar el robot. Sobre un tablero, el ingenio ha de ser capaz de moverse y realizar una serie de tareas. Este año, el concurso versa sobre los alimentos y la contaminación alimentaria, así que los alumnos desarrollarán un robot que, entre otras cosas, recoja -de manera simulada- toxinas y gérmenes y los meta en un depósito. Además, también tienen que presentar un trabajo científico de análisis sobre la producción de los alimentos. «Sólo el hecho de presentarnos ya es importante», asegura Ángel Arcadio Menéndez.

Miguel Casares, Borja Gallego y Pelayo Baragaño son tres de los alumnos que concursarán, y se muestran muy satisfechos con su trabajo. «Los amigos nos preguntan de qué va esto, les parece interesante, aunque alguno se apuntó a la asignatura pensando que era fácil, pero no es así», aseguran. No tienen exámenes, pero el trabajo por su cuenta es continuo. Eso sí, «lo hacen con gusto», subrayan los profesores.

Los estudiantes que optan por la robótica son, en principio, potenciales ingenieros. «Hay que probar y ajustar muchas piezas, y hacer muchos cambios para que el robot funcione», comentan los chavales. Todo vale para conseguirlo: desde gomas hasta cables viejos, con la imaginación como máxima. Porque, de lo que se trata, como apuntan los profesores, es de «diseñar y construir algo que luego funcione». Y ellos funcionan a toda máquina.