No sé por qué, pero la imagen de un director de banda la teníamos asimilada a un hombre mayor, como si el puesto significara el colofón a una larga carrera musical. Así que encontrarnos con un chico de 35 años asumiendo esa responsabilidad, como poco, produce regocijo. Dejen paso al talento, parece decirnos la alta figura de David Colado. Un hombre serio, entusiasta de su oficio, apasionado de la música.

-Por favor, defínase.

-Soy un avilesino (1976) enamorado de Gijón, donde trabajo. Disfruto tanto de mi profesión que estoy volcado en ella; por tanto, me gusta que las personas que están a mi alrededor se empleen firmemente en lo que hacen. Siempre he rechazado la frivolidad lo mismo en las obligaciones diarias que en la vida en general.

-¿Hay antecedentes musicales en su familia?

-Ninguno. Mis padres se dedican a la industria pastelera, así como todos mis hermanos; soy el tercero de cuatro. Me considero la oveja disidente de la familia.

-Luego... ¿cómo descubrió su verdadera vocación?

-Había una banda en Corvera, y cuando tenía 13 años alguien me puso un trombón en las manos y me dijo «tú, sopla». Obedecí y, «Vaya, parece que se te da bien», comentaron. Así comenzó todo, muy tarde, por cierto; hoy los niños empiezan su carrera musical a los 8 o 9 años. Yo tocaba de oído, pero al año siguiente me matriculé en el Conservatorio de Oviedo.

-En su casa quedarían sorprendidos...

-Sí, supuso un gran esfuerzo para todos ya que tenía que desplazarme desde Avilés a Oviedo a diario. También jugaba al baloncesto, pero tuve la suerte de ver claro que mi destino era la música. Hube de alternar los estudios, y en 1992, al fundarse la Banda de Oviedo, hice oposiciones para incorporarme a ella y las obtuve. Con sólo 16 años era uno de los músicos más jóvenes de la formación. Luego me fui a Madrid para estudiar con el trombón solista de la Orquesta Nacional de España, Enrique Ferrando, y comenzaron a surgir oportunidades. Paralelamente, inicié la carrera de canto.

-¿Qué voz tiene?

-Soy barítono. Hice papeles en la óperas «La Bohème», «Salomé», «Romeo y Julieta», «Andrea Chenier»... Y en un coro de selección europea, entre otras obras, hicimos el «Requiem» de Verdi dirigido por Plácido Domingo que consta en CD.

-¿De su fulgurante carrera puede deducirse que ha tenido usted suerte?

-Yo diría, como Picasso, que la suerte siempre me ha sorprendido trabajando. Surgió la posibilidad de dirigir un coro en Castrillón, un año, y durante otros tres me puse al frente de la Orquesta Filarmonía de Oviedo. Paralelamente se formó la Banda de Música de Luarca, y allá me fui también para dirigirla. Tenía 26 años.

-Y todavía le aguardaba Gijón. ¿No era demasiado?

-Es posible, pero una vez que estás dentro de esa rueda... Convocaron oposiciones para la plaza de subdirector de la Banda de Oviedo, y la conseguí. De manera que dirigía la Banda de Luarca, la Banda Joven de Oviedo «Vetusta», y era subdirector de la Banda de Oviedo. Así de 2007 a 2010. En 2008, la directiva de la Banda de Música de Gijón hizo una serie de pruebas con directores invitados, y yo dirigí dos conciertos, uno en la Feria de Muestras y otro en Begoña. Hablaron conmigo y aquí estoy.

-Parece que no había más directores en Asturias...

-Puse inconvenientes, entre ellos que era demasiado trabajo, pero al insistir llegamos a un acuerdo. Pedí excedencia en la Banda de Oviedo, y ahora sólo dirijo las bandas de Luarca y de Gijón. Ensayamos los martes y viernes en Gijón, y los fines de semana en Luarca. En total ofrecemos unos 150 conciertos al año.

-¿Se gana dinero en esta actividad?

-Trabajando mucho se consigue vivir exclusivamente de la música.

-¿Quiénes han sido sus maestros?

-Enrique García Asensio, con el que hice un curso. Pascual Villaplana, y Max Valdés, que dirigió mi posgrado en dirección de orquesta, entre otros.

-¿Y sus compositores preferidos?

-Soy de Mozart hasta la médula; pero ahora, en las universidades extranjeras como las de EE UU y Holanda, están realizando obras exclusivas para banda, y uno de esos proyectos, la Tercera Sinfonía de James Barnes, lo desarrollamos en el teatro Jovellanos; fue fantástico. Se precisaban 120 músicos en el escenario... así que reuní a las bandas de Oviedo y Gijón. Se hizo una grabación. Es una obra preciosa, sobre todo el tercer movimiento, dedicado por Barnes a Natalie, una hija que se le murió.

-¿Su instrumento estrella, abarcándolos todos?

-Exceptuando la voz, sin duda, el violín.

-¿Y respecto a los vientos?

-El trombón de varas, que titula mi licenciatura. Se asimila muy bien con la voz humana, y también es muy viril, muy fuerte, y sobre todo versátil, ya que se adapta a orquestas, bandas, jazz... También estoy diplomado en tuba.

-¿Nunca se ha enfrentado a un piano?

-Sí, pero el piano es mi asignatura pendiente.

-¿Qué piensa dejar para cuando sea mayor?

-Disfrutar de la familia; tengo esposa y dos hijos. Y vivir la música de un modo activo, participando de un coro, de proyectos junto a gente joven.

-¿El instrumentista de viento no tiene una vida más corta, dado el esfuerzo físico?

-Sí, hay pianistas estupendos de 80 años, pero el viento agota antes. Es necesario hacer constantes ejercicios de abdomen y de diafragma, y cuidarse como los cantantes.

-La Banda de Gijón toca en la feria de Begoña, en la Semana Santa, en los Carnavales, en la cabalgata de Reyes... ¿Dónde es usted más feliz?

-Las circunstancias son distintas; no es lo mismo ofrecer un concierto que amenizar un espectáculo como pueden ser los toros, donde el interés está en el ruedo. Pero al final todo es música y, por lo tanto, un placer.

-¿Cuál es la nota discordante en la sociedad actual?

-La falta de sacrificio de que adolece la juventud. Hace tres semanas dirigí la Banda Juvenil Primitiva de Liria, Valencia, y ver a aquellos chicos de 17, 18 años, ensayando a partir de las nueve y media de la noche después de una jornada en el Instituto y el Conservatorio... El suyo era un sacrificio ejemplar, pero hay poca gente así.

-¿Cómo es la Banda de Música de Gijón?

-Ahora mismo, excepcional. En junio de este año, en el Festival de Bandas de Rybnik (Polonia), nos dieron el premio Summa cum Laude; 95,7 sobre 100, la nota más alta de los últimos veinte años del Festival. Pero en Gijón necesitaríamos cambiar las condiciones de trabajo para los conciertos de invierno. Si el Ayuntamiento nos facilitara algún lugar cubierto... A la gente le gusta mucho la música de banda. Aparte, he de decir que estamos muy agradecidos a LA NUEVA ESPAÑA porque siempre anuncia nuestras actuaciones.

«La Banda de Música de Gijón es excepcional, aunque necesitaríamos cambiar las condiciones de trabajo para los conciertos de invierno»