Trece días. Trece largos días con sus noches esperando que ese mar que supongo amabais toda la familia, os devolviera, por Dios, lo único que hará que tu duelo empiece por fin. No quiero, realmente no puedo, ni imaginarme lo que sientes. Porque, ¿ sabes? Yo también soy madre, y como tantas otras estos días, especialmente en esta ciudad, en sus calles llenas de luz y de alegría... Estos días en los que yo tenía a los míos conmigo, sonriendo, porque por una vez estaban todos juntos, mi sonrisa se helaba cada vez que oía los helicópteros. El batir de sus hélices me rasgaba el alma, me hacía sentirme cerca de ti. Me acordé especialmente el día de Reyes. Pensé tanto en ti... recé con todas mis fuerzas, para que ese mar que yo tanto amo no se lo llevara para siempre; para que tuviera un poco de compasión, y os diera al menos la oportunidad de llorarle, de comenzar a sentir de verdad su ausencia, para que al menos se acabara tu angustiosa espera. No te conozco, no sé nada de ti, ni de tu familia. Pero sí sé que debes llorar, desesperarte y que ahora empieza de verdad tu duelo. Que puedes y debes empezarlo. No te hagas la fuerte, no necesitas ahogar la pena, ni las lágrimas, ni la rabia, porque todos lo entendemos, y ellos, los que te quieren, mucho más. Pero debes tratar de seguir, porque hay alguien ahí que te va a necesitar más que nunca. Tienes otro hijo que espera que sigas siendo su madre. Llorando desesperada, deprimida, pero dispuesta a seguir con la parte que queda de ti, porque se la debes a ese otro retoño que te mira, que ha sufrido, que sufrirá mucho. Te lo digo desde el punto de vista profesional y personal, y como madre que preferiría morir mil veces antes de pasar lo que tú estás pasando. No ocultes tu pena, ni tu desesperación, ni la impotencia, porque eso hará que tu hijo crea que debe ser fuerte como tú, y esconderá sus lágrimas para no hacerte tanto daño. Lo sé porque lo he visto muchas veces. Porque de otra manera menos cruel (no conozco otra peor que perder a un hijo) yo misma he vivido situaciones muy traumáticas. Y sé que no hay que postergar un duelo, que aunque eterno, se irá mitigando poco a poco, porque si no jamás podrás ir superándolo. Si lo empiezas ahora, que ya es hora, llegará un día que descubras en la sonrisa de tu otro hijo otro motivo para seguir viviendo. Mientras tanto, Gonzalo (qué nombre tan especial para mí), allá donde esté, os seguirá dando fuerzas para continuar, porque tú sabes que él no querría verte hundida para siempre. Ningún hijo quiere eso para su madre. Y no lo olvides, Gonzalo es tu hijo, lo fue, lo es y lo será. No le decepciones. Ahora descansa y luego lucha. El estará contigo.

PD: Mi recuerdo y admiración para todas las madres que han perdido un hijo en cualquier circunstancia.