Luján PALACIOS

Son muchas, algunas bien conocidas y otras casi desapercibidas. El Instituto de Jovellanos ha contado a lo largo de su historia con numerosas sedes, algunas ya desaparecidas o completamente transformadas, y de todas ellas ha dado buena cuenta un profesor del actual IES, Manuel Santiago López. A lo largo de once años, el docente se ha dedicado a recopilar datos sobre cada una de las ubicaciones del centro que fundara en su día el ilustrado gijonés, y para ello ha contado con la ayuda de los alumnos de diversificación del centro.

En todo este tiempo, el profesor y los estudiantes han ido recuperando datos precisos de la historia para traducirlos a escala reducida. «Yo soy antiguo alumno del Instituto, y como además me gusta el mundo de las maquetas, pensé que podría ser una actividad interesante el hecho de elaborar a escala cada una de las sedes», indica Manuel Santiago López.

La idea ha ido fructificando con el paso de los cursos, y ahora, con el trabajo casi culminado, el docente presenta un libro titulado «Las sedes del Instituto Jovellanos», en el que se da buena cuenta de los 200 años de historia del centro.

En el volumen recién editado, y que se presenta el lunes, a las 19.30 horas, en el salón de actos del Antiguo Instituto, se recoge la historia desde la primera sede en la casa familiar de los Jovellanos en Cimadevilla hasta la ubicación actual. Y todo ello, acompañado de un resumen del trabajo de los chavales, que «siempre se han involucrado y han respondido de manera positiva».

Sirve el trabajo de Manuel Santiago López para conocer cómo las primeras clases del Instituto Jovellanos se impartieron a partir del 7 de enero de 1794, en un edificio cedido por el hermano mayor del prócer, Francisco de Paula, en el barrio de Cimadevilla. El éxito de la iniciativa fue tal que pronto hubo que llevar a cabo un primer traslado, a lo que se conoce hoy en día como el Antiguo Instituto. En principio, el edificio contó con sólo una planta por problemas de financiación.

El segundo traslado aconteció 80 años después, para permitir la ejecución de las obras que habrían de dar tres plantas al edificio. Así pues, tal y como han comprobado Manuel Santiago López y sus alumnos, los estudiantes fueron trasladados a la fábrica de chocolates La Primitiva Indiana, en el actual paseo de Begoña. El tercer traslado supuso la vuelta a la segunda sede, completada después de ochenta años, si bien en 1932 los alumnos fueron desalojados y trasladados al Colegio de la Inmaculada para dejar el espacio a la Guardia de Asalto.

Durante la Guerra Civil, las clases continuaron en la Escuela Superior de Industrias, y al finalizar la contienda, de nuevo se retornó a la segunda sede. Finalmente, y hasta la actualidad, los alumnos ocupan el último centro, en la avenida de la Constitución.

El libro del profesor López recoge todas estas vicisitudes de forma amena, porque la intención es «que lo lean todos los estudiantes».