Tres accidentes de Feve en pocos días -en San Claudio, en Trubia y, el más reciente, en Parres- revelan que la ferroviaria estatal de vía estrecha sigue atravesando una larguísima línea de deterioro, es decir, que se está desmoronando sin que el Ministerio de Fomento, del que depende, haya dado muestras de alarma ni indicios de poner un remedio tajante.

Al mismo tiempo, Feve pierde viajeros constantemente, circunstancia producida también por las numerosas incidencias menores que afectan particularmente a la puntualidad del servicio.

¿Y pensar que todavía no hace demasiado tiempo el Principado, Fomento y la propia Feve nos vendían la idea de un «AVE de vía estrecha», a 160 kilómetros por hora, desde el occidente al oriente asturiano?

Pero el motivo de nuestra alarma es todavía superior si se tiene en cuenta lo siguiente: diversas experiencias señalan que los servicios ferroviarios corren serio riesgo de deterioro cuando se privatizan (caso de Inglaterra) o cuando se transfieren a entidades públicas menores, como las comunidades autónomas. La mayor transferencia de estas características ha sido la de Cercanías de Cataluña, que a partir del 1 de enero de 2010 se convirtió en Rodalíes de Catalunya, marca oficial de la Generalitat. Pues bien, en Rodalíes menudean los accidentes a causa del mal estado de las infraestructuras o del escaso mantenimiento.

Esos mismos motivos, agravados por la antigüedad de sus líneas, o por ser de sentido único en la mayor parte del trazado, o por la endiablada orografía asturiana, son el empedrado de la Feve asturiana, pero ésta depende de una Administración, la central, a la que se le suponen -o se le suponían- los medios suficientes para haber huido de la progresiva ruina. Pero con la crisis y la reducción del Estado que persigue Rajoy, no queremos ni imaginar en qué acabará todo esto. El delegado del Gobierno, el recién nombrado Gabino de Lorenzo, ha puesto el grito en el cielo y no le falta razón, porque la cosa es clamorosa. Ahora, a ver qué caso le hacen.