J. L. ARGÜELLES

El frío siberiano no disuadió ayer a los muchos seguidores de José Luis García Rúa, cuyo verbo prometeico es siempre una ventana a la reflexión y a la rebeldía. Ayer faltaba aún un cuarto de hora largo para las ocho de la tarde cuando ya no cabía una persona más en el salón de actos del Antiguo Instituto. El filósofo, cercano ya a los 90 años, enjuto y plateado, tiene algo de profeta de un evangelio libertario al que se ha mantenido fiel, ensanchándolo, durante toda su vida. No es de extrañar, pues, que concluyera sus noventa minutos de exposición con un deseo que sonó, en la sala muy atenta, casi como una apelación: «El movimiento del 15-M no puede defraudar a la clase trabajadora».

La protesta de los «indignados», que arrancó oficialmente desde España el 15 de mayo del año pasado para convertirse en un grito internacional contra las políticas que han sido las parteras de la crisis económica, fue el tema que eligió García Rúa para su conferencia anual en las jornadas del Aula Popular que luce su nombre. «Llevo años esperando el 15-M», dijo de partida, para diseccionar, a partir de esa confesión, las fuerzas componentes de un movimiento con más pluralidad ideológica de lo que parece. «La intención de ciertos grupos es aprovechar el movimiento para ir hacia el reformismo», indicó, tras poner en cuestión algunos análisis, como los de Susan George, Ignacio Ramonet o la del filósofo del «mundo líquido», Zygmunt Bauman. Éste siempre ha puesto el foco, por ejemplo, sobre la supuesta endeblez del 15-M, asociada a su motilidad y a las nuevas tecnologías que usa para sus convocatorias.

Gijonés de 1923, catedrático emérito de la Universidad de Granada, militante de la CNT, García Rúa hizo hincapié, tras dar por perdido el Estado del bienestar, en las causas objetivas que hay, a su juicio, para la protesta. Recordó, por ejemplo, que hay una tasa de paro juvenil del 45 por ciento: «Es una ignominia moral a la que se tiene sometida la juventud desde el franquismo; se la ha mantenido en el amaestramiento y en la domesticación». No cree, además, que un opúsculo como el «¡Indignaos!», de Stephane Hessel, que describió como «inocuo», haya tenido repercusión alguna en la rebelión pacífica del 15-M.

Para el filósofo, el movimiento se ha hecho internacional porque también lo es la crisis. Y contextualizó la protesta con una evidente operación con la que el gran capital financiero, en un órdago sin precedentes, quiere doblegar a los Estados para que le cedan soberanía y coadyuven a su interés. Citó al Marx joven que identificó a la «clase del sufrimiento», es decir, a los trabajadores, como el sujeto llamado a emancipar a la sociedad. «Ésa es la línea que debería seguir el 15-M», aseguró.

García Rúa reivindicó, asimismo, la «ética» y la «emoción» como componentes esenciales de quien quiera «llegar a la sociedad autogestionada y autoemancipada, a rebasar los valores de la burguesía». Cuestionó los «mitos del futuro» y abogó por la «utopía del ahora». «Si decimos basta, la liberación llegará», subrayó.

El filósofo dedicó la última parte de su conferencia a cuestionar las líneas de actuación de lo que llamó «sindicalismo reformista», en el que englobó a UGT, CC OO, USO y hasta la misma CGT. «De lo que se trata es de hacer aflorar las contradicciones del Estado, producir divorcio entre éste y la sociedad», indicó. Es el destino que ha de perseguir, en su opinión, el 15-M.