Todo empezó hará una docena de años. Una camada de futbolistas asturianos entre los que se encontraban Marcelino García Toral, Eloy Olaya, Enzo Ferrero, Mino, Ricardo Bango, Paco o el recordado Emilio Blanco se presentaban en Madrid al examen en el que aspiraban a obtener el título de entrenador nacional. Asturias estaba, por tanto, más que bien representada y alguno de ellos ocupó puestos destacados en la calificación final. Todos, por detrás de él. Iñaki Tejada Fernández (Bilbao, 19-11-1965), desde el pasado martes primer entrenador del Sporting, fue el número 1 de su promoción a escala nacional.

Su carrera profesional se ha mantenido siempre a caballo entre la teoría, en cuyo dominio goza de gran predicamento, y la práctica. La primera la ejerce como profesor en el curso de entrenadores de Asturias, mientras el disco duro de su ordenador portátil pone a prueba la capacidad de su memoria con las continuas aportaciones que se añaden a su base de datos, siempre en proceso de completarse, como una especie de enciclopedia del fútbol. Su amistad con Fermín Illobre, responsable de la imagen audiovisual del club y experto en nuevas tecnologías, le facilita el acceso a los programas más avanzados. La parte práctica la ha desarrollado, durante los últimos ocho años, como segundo entrenador rojiblanco. A la sombra de Marcelino, Ciriaco y Preciado, Iñaki Tejada ha sido siempre un perfecto compañero de viaje. Prudente, educado, leal, generoso en el trabajo, implicado hasta donde se le permitía? Hasta aquí el Iñaki que todo el mundo conoce y al que algún amigo, medio en broma, define como «un gallego de Bilbao», por su incapacidad para conocer su verdadera opinión cuando ésta no coincidía con la de su «jefe».

Quizá precisamente por esa imagen de persona discreta que él mismo ha cuidado alimentar, la sorpresa ha sido aún mayor. A los habituales de Mareo les cuesta asociar al técnico gritón, meticuloso, intervencionista al máximo, que dirige al equipo con pulso firme, con aquel segundo cuya voz apenas se había escuchado un puñado de veces.

Iñaki Tejada es un hombre de carácter, competitivo y muy trabajador, que sabe sacar el genio cuando es necesario y que ha sabido lucir durante años el traje de segundón. Ahora toca demostrar que en realidad le quedaba pequeño.

Fútbol y familia. Su vida es sencilla, aseguran sus amigos más cercanos. La única licencia que se permite tiene como escenario las pistas del Grupo Covadonga, donde es habitual verlo jugar al pádel o al tenis. Aunque ya no tiene el vigor de sus tiempos de futbolista, Iñaki Tejada se mantiene en forma. Es allí, al otro lado de la red, donde ya había asomado el fuerte carácter competitivo que tanto ha sorprendido esta semana en Mareo. Cuando parecía condenado a ser segundo de por vida, Iñaki Tejada asume el reto despertar a un Sporting agonizante.

La teoría está dominada porque Tejada es un maestro del método. Concretamente, es el profesor de Metodología en los niveles 1, 2 y 3 del curso de entrenadores de Asturias y varios de sus futbolistas lo han tenido antes como profesor. La incógnita está en saber si será capaz de transmitir a la práctica unos conocimientos que nadie le discute.

«Pocos entrenadores tienen tantos conocimientos como él, pero en el fútbol influye el transmitir, el convencer. Él habla con propiedad, con mucho criterio y no se contradice». Desde Sevilla, Marcelino García Toral apuesta decididamente por la capacitad del que fuera su segundo para dirigir la nave rojiblanca.

De su paso por la cantera de Lezama queda un título de campeón de España juvenil, una pasión no disimulada por la filosofía del Athletic y la experiencia de haber sido entrenado por José Ángel Iríbar. Su carrera siguió en varios equipos de la categoría de bronce, como el Sestao de Jabo Irureta, el Marbella, Hospitalet, Gandía y Lugo. A la pronta edad de 27 años, tuvo que tomar la primera gran decisión de su vida y escogió fichar por el equipo Natalia. Una gijonesa, hija de un funcionario destinado en Bilbao, que lo conquistó. Con ella regresó a Asturias y en torno a ella ha tomado las decisiones cruciales de su trayectoria profesional. Como aquella vez en la que decidió no aceptar el billete que le tendía Marce para acompañarlo en su aventura por el Nuevo Colombino. El Tejada más cerebral analizó pros y contras, como hace siempre, y decidió que no merecía la pena alejarse de Natalia y de su hija Irene, y perder su contrato con el Sporting.

Mientras se formaba como técnico, mataba el gusanillo jugando en equipos del Principado. Por ejemplo, en el Navia, con el que se enfrentó al Lealtad que ya entonces dirigía su amigo Marcelino, que lograría un ascenso histórico con el conjunto maliayés. En las filas del Lealtad militaba Uría, quien sería posteriormente su sustituto en el cuerpo técnico de Marce.

Tejada es hoy un gijonés más, al que pueden cruzarse cualquier día por la zona de la Plazuela, por el barrio del Carmen o por el Grupo. Le gusta acompañar a su hija al colegio de los Jesuitas y mantiene una gran relación con otros padres. Con todo, su entorno íntimo es reducido y con un gran protagonismo de la familia de su mujer. Salvo cuando practica deporte, todo el tiempo libre se lo lleva el fútbol. Paradójicamente, es ahora cuando menos tiempo tiene para seguir aprendiendo. Como buen profesor, ahora le toca enseñarse.