J. M. C.

Dionisio García Viña (Dioni Viña para la historia del periodismo gijonés) falleció el 10 de febrero de 2007 en el Hospital Central Universitario de Asturias. Tenía 64 años. Un lustro después, el Club LA NUEVA ESPAÑA de Gijón, situado en el Centro San Eutiquio, frente a la iglesia parroquial Mayor de San Pedro Apóstol, albergará hoy, a partir de las 20.00 horas, una mesa redonda en la que se evocará la memoria del periodista.

Intervendrán en el acto el hijo varón del periodista fallecido, David Viña, así como Alfonso Peláez, Miguel Mingotes, Pachi Poncela y Miguel Escalada. El Orfeón del Real Grupo Covadonga pondrá las canciones.

Aunque no había nacido en Cimavilla, la tierra de los playos, Dioni Viña se explayaba como los oriundos del barrio alto y tenía, naturalmente, la tremenda retranca de los gijoneses. Vio la primera luz gijonesa desde las alturas de la calle de Antonio Cabanilles (número 2, segundo), esquina con la cuesta de Ceares, el 16 de agosto de 1942. Sus padres, gijoneses de nacimiento también, fueron Dionisio «El de La Sirena» y Consuelo.

Después de trabajar en varios oficios y contraer matrimonio con Lola Aguado, una rapaza de «les Cases Barates» de las tierras altas de El Coto, con la que tuvo dos hijos, David y Marina, Dioni Viña comenzó en los primeros años ochenta del siglo pasado a colaborar en LA NUEVA ESPAÑA, el que sería su periódico de siempre ya como redactor.

Con gabardina en invierno y «alpargates» de tela azul marino y suela de esparto por el verano, Dioni Viña se hizo un hueco en el periódico cuando la delegación estaba en un piso de la calle de Ruiz Gómez, a la vuelta de la Plazuela. Luego pasó a la calle Corrida y Dioni Viña ya era un experto en cazar sucesos leyendo los atestados en la vieja Comisaría de la calle de Celestino Junquera y en el Palacio de Justicia de la calle del Decano Prendes Pando.

Luego tocaba subir a Mareo, a la Escuela de Fútbol del Sporting, a «olfatear» destituciones y fichajes. Y por la tarde, encima del Corinto, a gastar las yemas de los dedos en el teclado del ordenador mientras veía pasar la vida de Gijón por la acera de la calle Corrida.

Siempre se dijo de él, cierto, que era un periodista de los de antes. «Les noticies salen en los chigres, amiguín», sentenciaba cuando los blogs, twitters y demás artilugios informáticos aún no habían «pervertido» el periodismo. Por eso también decía que «siempre fui muy caseru», claro, no salía de Casa El Cartero, de Casa Justo, de Casa Rubiera, de Casa Ataúlfo..., donde hubiera un buen «palu» y alguna noticia que echarse a los bolsillos de la gabardina.

La otra faceta de su vida que le marcó fue a partir de la llamada del entonces concejal de Festejos, Daniel Gutiérrez Granda, para ofrecerle el «puesto» de rey Gaspar en la cabalgata. Y allí iba el rapacín de Ciares (en pronunciación gijonesa) a repartir besos y abrazos a los neños.

En uno de los paseos reales el «Mago Dioni» se resfrió, y el catarro se complicó con su vieja dolencia cardiaca. Ya no volvió al periódico. Una larga baja por enfermedad dio paso al retiro y su reconstrucción vital, de la que salió «Cómo nos explayamos los playos. Decires, refranes y cantarinos de chigre de Gijón», el mayor éxito de ventas que se recuerda de un libro sobre asuntos gijoneses, al que se unió «Nordestes, nordestinos y nordestazos», una recopilación de sus artículos cargados de gijonesismo en LA NUEVA ESPAÑA.

Pero un medicamento le complicó la vida (un rechazo entre un millón). Vinieron largos meses de convalecencia en un hospital de Oviedo y en el de la Cruz Roja de Gijón. Pero salió del trance y tuvo el reconocimiento público en la plaza Mayor como pregonero de una Semana grande.

Hace cinco años, su corazón, muy tocado, volvió a las andadas y el implante de un marcapasos no pudo sacar a Dioni Viña del mal paso. Desde agosto de 2007 una zona verde de El Coto lleva su nombre. Hoy se le volverá a recordar, para que no se pierda su rastro.