Pablo TUÑÓN

Gijón se volcó con el desfile del Antroxu. No era fácil caminar a lo largo de la carretera de la Costa, cuyas aceras se quedaron pequeñas para las miles de personas que se echaron a la calle para disfrutar de las carrozas. Algo que aprovechó el club de hockey Biesca para darse un merecido baño de multitudes tras haber logrado la Copa de la Reina, que exhibió con orgullo durante la marcha carnavalesca.

«Somos como una pequeña gran familia», comentaba el delegado de uno de los equipos del Biesca, disfrazado de payaso. Él se encargó de pegar con silicona la copa al capó del tractor de la carroza, no les fuese a pasar lo que a Sergio Ramos con la Copa del Rey de fútbol, que tuvo que ser restaurada tras caérsele del autobús. Y el trofeo aguantó presidiendo la carroza, que simulaba un circo. Detrás, trapecistas, payasos, leones, domadores y hasta el hombre bala. Y un presentador animando el cotarro que arrancó en varias ocasiones del público el «campeones, campeones».

Pero el desfile dio para mucho más. En total, se pusieron en marcha a partir de las 19.00 horas desde la plaza de toros 52 agrupaciones formadas por más de mil personas, lo que hizo que la marcha se alargase hasta pasadas las 22.00 horas, cuando todavía estaban llegando al final, en El Humedal, los últimos artilugios. Entre ellos, el del grupo «Tapaday», una alegoría sobre el efecto de los recortes en la cultura. Un puzle del «Guernica» de Picasso era desmontado mientras un hombre con el símbolo del euro blandía unas tijeras. Luego, varias personas con caretas de «Anonymous» reconstruían el cuadro. «Hemos apostado por algo conceptual», decía Miguel Suárez.

Otra carroza que llamó mucho la atención, sobre todo a los niños, fue la de «Xente Xoven de Serín», sobre Peter Pan. Estaban representados todos los personajes, cocodrilo inclusive, y los «niños perdidos» correteaban por un puente colgante. «Siempre salimos a ganar el concurso», señalaba un Señor Smee, el ayudante del capitán Garfio, muy bien caracterizado. El grupo de «Los Cilúrnigos» tampoco se quedó atrás y recordó la revolución mexicana con dos escenarios: una cantina y un banco que era asaltado. Por el medio, las ruidosas charangas, niños muy marchosos disfrazados de frutas y otros de productos de quiosco. «Me gusta muchísimo disfrazarme», reconocía Sara Prado, que tiene 11 años y se vistió de bolsa de patatas. Por delante de ellos llamaban la atención una veintena de botellas de sidra andantes, llegadas de Bernueces, custodiando una carroza con un gran muñeco escanciando un culín en un chigre. Muchos niños se quedaban boquiabiertos. «A mí me encantaron los Pitufos», señalaba Bárbara Melendi, de 9 años. «El año que viene vuelvo», decía a su lado Samuel Linares, de 6 años. Sin embargo, nunca llueve a gusto de todos. «A ver si llega ya la Cuaresma», murmuraba un paseante. El Antroxu no deja indiferente a nadie.

El desfile del Antroxu de ayer significó el debut de nuevas agrupaciones. La charanga «Los Correones» se estrenó cerrando la marcha con sus piratas. También se lanzaron a la fiesta dos grupos de ecuatorianos residentes en Gijón y uno de bolivianos, que aportaron la nota exótica. Los trajes de los bolivianos, así como sus frenéticas danzas andinas («La morenada» y el «Tinkus»), llamaron mucho la atención. «Nuestro propósito es mostrar parte de nuestra cultura», proclamaba Sandro Salazar. Tampoco faltaron un grupo de cubanos y la comparsa «O Culo Moyáu», única en Asturias, que exhibió unos aparatosos trajes blancos a través de una coreografía muy trabajada. La fiesta continuó hasta altas horas en Begoña, con música en directo. En La Camocha tuvieron un concurso de disfraces, chocolatada y verbena.