Es uno de los arquitectos más veteranos de Gijón y, a sus 68 años, ha decidido «pasar a la reserva», que es como él se refiere a su jubilación. Alejandro Miranda Ferreras empezó a firmar proyectos en febrero de 1967, apenas cuatro meses después de licenciarse, y su trayectoria discurrió en paralelo al gran desarrollo experimentado por la ciudad. El Sanatorio Marítimo, el Grupo Covadojavascript:cargarFckEditor('pTexto');nga, la iglesia de El Coto, el Hospital de Jove o algunos pabellones de la Feria llevan su sello. También las grandes operaciones urbanísticas del nuevo Plan General de Ordenación.

-¿Por qué ahora y no con 65?

-En un año he pasado dos operaciones, no tengo hijos que continúen mi carrera y pensé que era momento de disfrutar ahora que todavía estoy en condiciones de hacerlo. Pero la arquitectura, como todas las profesiones en las que se tiene vocación, imprimen carácter, así que nunca dejas de ser arquitecto.

-¿Con qué obra se estrenó en la arquitectura profesional?

-Con la primera ampliación de lo que hoy conocemos como Sanatorio Marítimo. Se creó como una pequeñísima ciudad, con un desarrollo muy horizontal, basándonos en proyectos que yo había visto en Holanda, un país que entonces estaba muy adelantado en estos temas. El centro modernizó la atención de las personas con minusvalías psíquicas y fue declarado centro piloto. Motivado por eso, después hicimos varios encargos para el Imserso.

-¿Tiene proyectos estrella?

-No sé si proyectos estrella, pero recuerdo especialmente la bodega que hice en Pagos de Araiz, Navarra, para el grupo Masaveu, que supuso la reordenación de 400 hectáreas. O cuando hicimos la piscina cubierta, las descubiertas, los vestuarios y la ordenación de la parcela del Grupo Covadonga, lo que Jesús Revuelta llamó Grupo 2000. De aquella, estuve en México antes de las Olimpiadas. Y otra obra bonita fue La Fresneda. Cuando hubo vecinos suficientes e hizo falta un centro de relación, nosotros diseñamos la plaza Mayor, con servicios, iglesia y zona comercial. Es un modelo que funcionó, porque La Fresneda no se quedó en ciudad dormitorio, sino que ha creado pueblo.

-¿Ese modelo ha cundido en Gijón?

-En Viesques. La parte baja también funciona bien, porque tiene vida, actividad. El primer plan parcial que se hizo en Viesques lo ejecutamos nosotros. Yo siempre creí en esta zona como una de las mejores de Gijón. Su desarrollo, además, ha permitido conexionar El Bibio con El Coto. Pero no es el único caso. Hay otras actuaciones que han logrado coser la ciudad.

-¿Por ejemplo?

-La actuación de El Llano y Los Fresnos, de Agustín Muñiz, gran amigo mío: se consiguió una trama urbana que unió El Llano, el centro y El Coto creando mucha vida. Las grandes superficies son focos de atracción, pero a veces absorben demasiado y eliminan vida de alrededor, como ocurre en Montevil. En el caso de Los Fresnos, por su ubicación, el centro comercial ha incentivado el entorno. Lo cierto es que El Llano es un barrio que ha crecido muy bien.

-En su sector hay grandes aciertos, pero también grandes fracasos. ¿Son errores técnicos o más bien políticos?

-No se pueden echar culpas. Hubo un tiempo en que pensamos que el suelo era un bien abundante que podíamos desperdiciar y se hacían edificios de dos o tres plantas. También se proyectaron grandes vías, porque parecía que el gran problema era la circulación de vehículos, y resulta que nos pasamos la mayor parte del día caminando. Las ciudades se van diseñando en función de su desarrollo social. Además, a toro pasado es fácil hablar.

-Haga balance del urbanismo gijonés.

-Yo creo que Gijón, desde el «plan Rañada», se ha proyectado con buena visión. Aunque existen viarios, como la calle Velázquez, que acaban en la nada. Si se hubiera prolongado por encima de la ronda para conectar con Roces, sería otra cosa. Supongo que eso está proyectado pensando en darle una salida a la calle, aunque aún no la tenga.

-Rañada no consideraba el salto de la ronda sur.

-La ronda sur creó un cinturón demasiado apretado. Tenían que haberse dejado previstos pasos para conectar la ciudad con el otro lado de la circunvalación, porque esa permeabilidad en algunas zonas ya no es posible. Hubo cierto miedo a saltar la ronda y, al final, se hizo tarde y con muchos inconvenientes.

-Tarde, con inconvenientes y ¿no le parece que a lo bestia?

-Verdaderamente Gijón necesitaba dar ese salto. Luego, las cosas se pueden hacer con mayor o menor fortuna.

-¿Cómo ve el área de Roces, primera operación que atravesó la ronda y ocupó suelo rural?

-No me parece oportuno opinar, porque yo estoy metido en otras operaciones previstas al otro lado de la ronda. Estamos hablando de actuaciones complicadas.

-Su firma está en planes como el de Castiello, Granda o Jove. ¿Qué va a pasar ahora que se jubila?

-Hay que dejar que vengan otros detrás que lo ejecuten. Creo que se han hecho bien las cosas y no me arrepiento de haber colaborado en el diseño de estos planes. Aunque uno puede hacer un buen planeamiento y, luego, se lo cargan arquitectónicamente. Mira el Muro, empezó con alturas muy normales. Y, cuando se aprobó, estaba de concejal Manolo García, un arquitecto fallecido hace años, que se opuso porque decía que el Muro era muy estrecho. A veces echamos la culpa a quien no la tiene.

-¿Prosperarán actuaciones como estas que suponen miles de viviendas?

-Depende de la situación económica, de los créditos... Estamos hablando de desarrollos para hacer en unos cuantos años, y se harán. Ahora bien, yo creo que en estas épocas de crisis es cuando se puede planificar mejor la ejecución de todo eso.

-También intervino en la ZALIA...

-Sí, en encontrarle sitio. Se eligió San Andrés de los Tacones porque el impacto de una industria limpia sobre una parroquia que ya tiene cerca a Arcelor nos pareció asumible. Además, había espacio y estaba cerca del puerto. El Musel es un gran puerto, pero un puerto como éste, que mueve fundamentalmente graneles, no tiene mucha lógica sin una zona logística. Es necesaria.

-¿Qué opina de la situación en la que se encuentra el proyecto?

-Empezamos por la cabeza, que es el puerto; seguimos por el tronco, que es la zona logística, y resulta que nos faltan los pies, que son los accesos. Nosotros propusimos en su día una conexión con las Cuencas, pero al final se optó por pinchar la autopista, que no creo que sea la mejor solución. La cuestión es que las comunicaciones son el gran problema de Asturias. Y el Ministerio de Fomento no parece que lo vaya a solucionar a corto plazo.