Conocí a Juan Ramón Pérez Las Clotas hace unos cinco años. Fue cuando su buen amigo Fernando Canellada pensó en mí para iniciar con él unas entrevistas sobre asuntos gijoneses; mi pasión por la historia local podía acercarme al personaje; él era, además, buen amigo de la familia, de mi madre, de mi tío José Ángel Botas...; el encuentro tuvo lugar en una comida en Banús y conectamos; el entusiasmo por asuntos comunes nos acercó. Él me respetaba por mi obra sobre la historia de los hoteles. Eso me impresionó. Para mí era un personaje mítico, ese cronista que siempre tuvo la ciudad, el maestro al que todos admiraban y recurrían para recuperar la memoria del pasado local.

E iniciamos las entrevistas en su tertulia de la calle Corrida. Y con ellas el recorrido por olvidados personajes de nuestra ciudad, gentes de mente culta y refinada, como acostumbraba a decir, a quien Gijón, «que es una ciudad ingrata», ha olvidado; médicos como Bellmunt y Jacobo Olañeta, industriales, ingenieros y navieros como Castrillón, Alvargonzález, Orueta, Moriyón..., abogados como Merediz y tantos otros.

Otras obligaciones fueron posponiendo el proyecto. No dejé, sin embargo, de frecuentar el Café Central, donde pude disfrutar de su amistad y de una buena conversación con tantos de los buenos amigos que por allí se acercaban.

Quizás algún día vea la luz ese homenaje a esa burguesía de vida culta y refinada que habitó y hizo de Gijón una ciudad mejor; un homenaje que surge desde las palabras del cronista y maestro Clotas en las tertulias del Regatas, donde su voz protagonista de tantas y tantas espléndidas conversaciones puede quedarse con nosotros para siempre.