Pablo TUÑÓN

«Al observar la exposición vemos de dónde venimos y hasta dónde hemos llegado. Nunca lo había visto con tanto detalle porque no se había hecho algo así». Estas palabras de Carmen Duarte, presidenta vecinal de El Llano, aclaran por qué el movimiento feminista del barrio se ha implicado tanto en la exposición que se exhibe, hasta el domingo y gracias a la Fundación Municipal de Cultura, en el centro municipal. Se han implicado tanto que no dudaron en contar sus experiencias personales para que las mujeres de hoy no olviden la lucha que ellas, entre otras, comandaron con arrojo y empeño.

«Nosotras, con mucho pasado... Mujer y sociedad, 1940-1980» es el nombre de la muestra, formada por carteles explicativos e ilustraciones, así como expositores mostrando material de la época como libros de texto o sorprendentes documentos. «Arrancamos el recorrido en 1940, cuando se sientan las bases de la dictadura, y terminamos en 1980, porque supone la llegada de leyes importantes para la mujer como la del divorcio», explica Carmen Cabana, responsable de cultura del centro municipal de El Llano y una de las más implicadas en la exposición. Tuvo la ayuda inestimable de la vocalía de la mujer de «Fumeru» y del Foro de Mujeres de El Llano.

Unas catorce mujeres del barrio aportaron materiales y sus testimonios. Éstos han quedado registrados en un audiovisual, también expuesto. Carmen Duarte, de 62 años, tuvo que nadar a contracorriente para cumplir su deseo de trabajar fuera de casa. «Antes de casarte no había tanto problema. Sin embargo, cuando te casabas poco menos que te obligaban a dedicarte sólo al hogar. Yo seguí trabajando, lo que me costó algún disgusto con los suegros», explica Duarte, que no duda en afirmar que, negándole el trabajo a la mujer «nos cortaban nuestro crecimiento como personas».

Toya Cuello se ríe hoy, al igual que sus compañeras de fatigas, recordando las historias de la época franquista, que, bajo el prisma actual, pueden sonar a chiste. Se le daba bien el dibujo, pero en seguida encaminaron su don. «Para ellos lo mejor, según mis facultades de dibujante, fue aprender corte y confección. Así que me inscribieron en La Gota de Leche para enseñarme puericultura», cuenta con ironía. Después, en la empresa gijonesa en la que trabajaba el trato no era precisamente exquisito. «El dueño, don Félix, nos llamaba "cosa", no por nuestro nombre», recuerda.

Cristina Álvarez, de 57 años, fue pionera en su pueblo de Cangas del Narcea. Su padre regentaba un comercio y no conseguía vender una remesa de pantalones, así que decidió ponérselos a su hija. «Fui la primera en llevarlos», recuerda. Isabel Álvarez (63 años), por su parte, tenía que salir al baile acompañada por sus hermanos. «Y tenía que limpiarles los zapatos antes si quería que me acompañasen», cuenta.

Gloria García, que nació en 1944, tenía el privilegio de ir a uno de los mejores colegios, uniformada. «Allí me di cuenta de que otras niñas iban vestidas de calle. Eran "las gratuitas", que el régimen obligaba a que el colegio acogiese sin que tuviesen que pagar», señala. Sin embargo, su fortuna no se debía al dinero de su familia. «Mi uniforme era consecuencia de que mi padre hacía arreglos al colegio sin cobrar», cuenta. También curiosa era la percepción que había de la violencia machista. «Si el hombre pegaba a la mujer, se nos decía que es que no teníamos que enfadar al marido», asegura Mariluz Suárez.

Consejos que, cuentan, se difundían en la época franquista y principios de la democracia a través de la radio en el popular «Consultorio de doña Elena Francis», algo que también se recuerda en la exposición. Una muestra que ha querido recoger el testimonio de estas mujeres, guerreras de una época crucial para la mujer y testigos de los avances, que ahora deberán continuar otras generaciones.