La resaca electoral es fuerte. Ya no es dolor de cabeza, es un malestar estomacal insoportable, como de náuseas y asco. Porque una ve en lo que se está convirtiendo su tierra, en lo que fue y lo que es y además de «depre» te entran unas ganas enormes de devolver todo lo que está contaminando este cuerpecito mío, encorvado de aguantar tantas jornadas de escrutinio. Porque una no da crédito. Otra vez la incertidumbre, la espera, los pactos, las conspiraciones, las paranoias, las rencillas personales. Sé que muchos de nosotros estamos cansados, con un hartazgo que ha hecho que la abstención haya sido mayúscula. Y creo que deberíamos haber vencido la tendencia que nos envuelve de que esto no vale para nada, que todos son iguales y que nada puede cambiar. Lo sé porque es lo que pensamos todos. En la calle, la gente normal, esa que no sale en la tele hablando de macroeconomía, de política de altos vuelos, se da cuenta de que ya hemos estado demasiado tiempo olvidados del mundo, del gobierno central, de todo y de todos. Hemos pasado a ser como eran Las Hurdes en mis tiempos: una región pobre, envejecida, sin futuro, y lo que es mucho peor, sin ningún tipo de esperanza. La gente, esa que no está afiliada a ningún partido, sabe que algo necesita cambiar en nuestra tierra. Queremos que no haya más divisiones; pedimos a gritos una unión porque muchos asturianos pensamos lo mismo, aunque algunos políticos se empeñan en romper esa unidad. Muchos queremos respeto, tolerancia, el derecho a la vida, la protección de los más débiles, la libertad con mayúsculas, que no es sólo patrimonio de las izquierdas. Ahí está el error. Hemos sido gobernados durante más de 30 años por políticos que no han luchado por Asturias, que se han apalancado, como suele suceder siempre que alguien, del signo que sea, se perpetúa en el poder. Ha sido un derroche y despilfarro de unos fondos mineros que no han servido para hacernos más competitivos. Hemos quedado aislados por tierra, mar y aire, siendo una de las regiones con peores infraestructuras. Y así han pasado tres décadas. Toda una vida. Necesitamos algo más. Queremos, exigimos, un gobierno distinto al que hemos tenido, que nos ha llevado a donde estamos. Pero necesitamos de una puñetera vez uno fuerte, sólido, sin venganzas, sin ataques gratuitos, porque todos han mamado de las mismas ubres... Queremos, por Dios, que aunque sea sólo por esta vez, dejen de mirarse el ombligo y piensen de verdad, aunque no sea en bable, en Asturias, esa que no es sólo una palabra para quedar bien, ni un sitio en el mapa. Asturias está llena de personas. Personas, asturianos, que lo están pasando mal y que necesitan de verdad un gobierno que gobierne por y para ellos. Nos lo merecemos. Ya hemos sufrido bastante y ya ha habido demasiados experimentos. Ahora a trabajar por y para nosotros. Creo que en este momento eso es lo mínimo. ¿O no?