Luján PALACIOS

Entre todos suman muchas décadas al pie de la barra, miles de horas de sacrificio y la satisfacción compartida de haber pasado los mejores años de sus vidas en un oficio que aman, a pesar de todos los sinsabores. Los diez hosteleros jubilados que este año reciben el homenaje del Grupo Costa Verde atesoran una larga vida laboral, en la que, en general, les fue «muy bien», y de la que se han despedido con la sensación de que «ahora hay menos profesionalidad en el sector».

El próximo martes se reunirán en una comida en La Carbayera de Granda en la que también se distinguirá a Ignacio Robles, de la Cafetería Banús, como local del año; a José Benjamín Hernández, del Café Cocheras, como barman del año; a Héctor Pérez, de la Sidrería La Montera Picona, como escanciador del año, y a Diego Martínez, de la Cafetería México Lindo, como camarero del año. Además, y como colofón, Arturo Fernández recibirá la distinción al gijonés ejemplar.

Será el momento de recordar las experiencias de toda una vida «muy dura, de mucho sacrificio y de más de 16 horas al día de pie atendiendo al cliente, desde el amanecer hasta bien entrada la noche», recuerda José Ramón Rodríguez, que estuvo 34 años al frente de la Sidrería Hermanos Rodríguez. Ahora, ya jubilado, sigue pasándose por el negocio casi a diario para saludar a su hermano y su cuñada, que lo siguen regentando. «No lo echo de menos, déjalo estar, han sido muchos años», comenta con humor, a la vez que recuerda que «se pasan muy buenos ratos con la clientela».

José Puente, de la Cafetería Tívoli, también da por bien empleados los madrugones durante 19 años en su negocio. «Tengo muchos recuerdos buenos», afirma, ahora que lleva siete años jubilado. «Es un trabajo duro, y si te lo tomas con ganas, más todavía», reconoce, antes de advertir de que «ya no quedan profesionales como los de antes».

De la misma opinión es Javier Teresa, de Cafetería Reconquista. «Hay muchos sitios en los que te tratan bien, pero en otros se nota mucho que las maneras y la educación dejan mucho que desear», sostiene el veterano hostelero, que empezó en el negocio en Cangas de Onís y pasó un paréntesis de varios años en Alemania trabajando en la Volkswagen.

En la cafetería «he pasado muchos buenos momentos», como también asegura Lorenzo Giraldo, de la Cafetería Whiskería Yuste, un local al que llegó «después de haber sido escaparatista en La Gloria». «Es muy duro, pero es una alegría poder decir que los clientes son ya más que eso, son amigos», asegura. La fórmula para conseguirlo, según indica Giraldo, es «ir dando al cliente lo que va pidiendo; bajar el precio no es la solución, hay que mantener una calidad».

Muchos de los que recibirán el homenaje el martes empezaron en el sector de chavales y acabaron llevando sus propios negocios «por pura vocación». Lo cuenta José Luis Iglesias, de la Cervecería Pío, que comenzó con 17 años a servir detrás de una barra. «Después de seis o siete meses me fui a la Cafetería El Leonés, en la calle Jovellanos, y de allí me fui a trabajar en un hotel en Marbella. Luego regresé y de nuevo me dediqué a la hostelería, porque esto es vocacional», asegura. Ahora que lleva un año jubilado reconoce que, a pesar de la exigencia del trabajo, «que es muy sujeto», se echa de menos «sobre todo a los clientes».

Jorge Vicente, del Bar Torrevieja, recuerda cuando abría todos los días a las cinco de la mañana, «y, después de un descanso, hasta las diez de la noche». Una tarea que desempeñó con gusto después de pasar varios años en Argentina, donde «me formé realmente para el negocio».

Para ser alguien en el sector hace falta «mucho trabajo, mucha dedicación», asegura Eloy Alba, que llevó el Bar Eloy durante 34 años. «Trabajé una media de 16 horas todos los días», recuerda. Un horario espartano que también conoce muy bien Jaime Valdés, al frente de la cafetería de la Feria de Muestras durante muchos años. «Si te gusta, no te importa; en la Feria era una locura la gente que teníamos, pero merecía la pena», recuerda.

Manuel Fernández, por su parte, llegó al Restaurante Diamante después de tener un taxi, y reconoce que hubo «años buenos y años malos», pero en general, y después de 30 años en el negocio, «el balance es bueno».

«Nos fue muy bien, fueron tiempos muy buenos», comenta Miguel Ángel Juan Rodríguez, de la Cafetería Ezcurdia 99. Él también llegó a la hostelería después de pasar por otros negocios (una ferretería en Nuevo Gijón, hasta que un buen día supo que la cafetería se traspasaba: «Este mundo me gustaba mucho, el contacto con la gente me encanta, y me puse a trabajar en ello. No me arrepiento para nada». Y como todos ellos, lo que de verdad echa de menos es «a la gente, a los clientes que siempre nos fueron fieles y que ya son amigos de verdad». Seguro que es recíproco.