A. RUBIERA

Berta García estuvo un año dando puntadas. Millones de puntadas hasta completar un parchís de ocho jugadores, con un total de 140 casillas y lleno de referencias simbólicas a Gijón. Ahí está en versión punto de cruz la estatua de Pelayo, la rotonda de Ceares dedicada a Jovellanos, la playa de San Lorenzo, la iglesia de San Pedro, el «Elogio del Horizonte», la torre del Reloj, hasta los peces del Acuario y la iglesia-torre de la Laboral. «Y, por supuesto, el Sporting. Con un escudo que me quedó precioso, casi lo mejor de todo el trabajo, así que como bajen este año a Segunda, los mato», cuenta simpática esta artista del dedal.

La labor que ha tenido entretenida los últimos doce meses a esta vecina de El Coto ni siquiera quedará en su casa para recordarle lo mucho que puede llegar a concentrarse. Su obra la contemplarán en Madrid, donde vive su hija Covadonga, que fue quien le hizo el encargo. «Resulta que le gusta jugar al parchís con varios amigos y les venía bien tener un tablero de ocho jugadores. Por lo visto, por mucho que buscaron por la capital, no acabaron de encontrar ningún parchís tan grande, o al menos ninguno que les convenciera, así que un día me llamó y me dijo que se lo tenía que hacer a punto de cruz», cuenta Berta. Y allá que se puso ella manos a la obra, muy cumplidora.

Aficionada desde siempre a las labores del hogar, sobre todo al ganchillo, esta jubilada gijonesa buscó entre sus revistas de labores algo en lo que inspirarse. Encontró un modelo de parchís clásico, para cuatro personas, y la adaptación corrió de su cuenta. Para algunos motivos locales se inspiró en la antigua revista «Gaceta de Gijón»; otros retos los tomó de los rincones más populares de la ciudad, y otras ideas las afrontó con imaginación, como la copia de las nuevas letras de «Gijón», que ella elaboró a cadeneta en el centro del tablero. Recuerda como una pesadilla el Rey Pelayo, que «me quedó un poco raro, pero ahí está».

Y así, explica, «a lo tonto, a lo tonto», se tiró un año dedicada a su afición robando, seguro, algunas horas al sueño. «Sobre todo me gusta trabajar las labores por la noche; como en la televisión casi no hay nada que me interese ver, estoy relajada», reconoce.

A Berta García no hay que incluirla entre el colectivo de nuevos aficionados a las labores de costura porque lo suyo viene de antiguo. Ningún movimiento moderno «slow», ni corriente que reivindique el beneficio del trabajo artesanal y el punto -algo cada vez más en auge, por cierto- tiene que convencerla de unos beneficios que para ella están claros desde hace décadas. «Me relaja como ninguna otra cosa; mientras piensas en cuadrinos y en no perderte, no le das a la cabeza con otras cosas», explica, tras reconocer que en el arte de las labores la adiestró una de las populares hermanas Piquero, «que tenían una escuela en la calle Pedro Duro. Eran tres hermanas solteras y una de ellas hacía labores con primor».

Berta García, en la actualidad jubilada como administrativa de la empresa Alvargonzález, reconoce que durante su etapa laboral «hacía menos cosas artesanales», pero con los nietos y la jubilación volvió a dedicarse con afán al ganchillo. «Es lo que más me gusta, pero el punto de cruz también lo disfruto», relata. Y se le da bien, como demuestra el hecho de que tras escribir el nombre de un nieto a punto de cruz en un cuadro, cuando fue a comprar el marco a un comercio chino «los comerciantes querían pagarme para que les hiciera uno a ellos», cuenta entre risas.

Un artículo en LA NUEVA ESPAÑA de Gijón sobre las costumbres de las mujeres de la buena sociedad gijonesa del XIX en torno a las labores de la costura, firmado por Francisco Prendes Quirós, le llevó a pensar en que podía dar a conocer su obra, «para que se vea que el hábito de estos trabajos no se ha perdido del todo», cuenta sonriente Berta García, pero sin ponerse más mérito que el de «haber disfrutado mucho con algo que sólo es una afición, sin más pretensiones». El parchís habría hecho las delicias de su madre -durante años modista gijonesa- y Berta García espera que al menos sirva para el disfrute de los domingos de su hija y sus nietos. También hay un punto de admiración colectiva.