Queridos niños, os voy a contar el clásico cuento de Caperucita Roja, aunque con algunos ajustes.

Érase una vez una niña que se llamaba Funcionaria, a la que sus padres -Trabajo y Expediente- le ponían casi siempre para salir a la calle una capa roja, aunque a veces también le ponían una azul; por ello la llamaban cariñosamente Funcionaria Roja. También tenía unos tíos que se llamaban Autonomía, Ayuntamiento, Inspección y Plus de Productividad, con los que a veces se llevaba bien, pero con los que últimamente no tenía buena relación.

Un día, que papá y mamá estaban muy ocupados, le dijeron a su hija: «Tienes que ir a ver la abuela Administración, a llevarle unas cosas; pero ten mucho cuidado, que te puede encontrar a un lobo muy feroz, tan feroz, que en el pueblo le han puesto el terrible nombre de "Recortes"». A lo cual nuestra protagonista contestó que no se preocupasen, pues ella era muy responsable y sabía lo que tenía que hacer, que para eso se había preparado (hasta había sacado con mucho esfuerzo unas oposiciones).

Así que se puso la capa roja, cogió su maletín y, tras llenarlo de sus formularios, cafetito y ganas de hacer bien las cosas, inició su camino para ver a la abuela.

Pero al poco rato, tras doblar una esquina, se encontró con el gran lobo. «Hola, querida Funcionaria», le dijo, «¿adónde vas tan contenta y feliz?». Ella le contestó: «Voy a ver a mi abuelita, a ayudarla a realizar diversas gestiones». «Vale», contestó el lobo, «te propongo una cosa: echemos una carrera, yo voy por aquí (dudaba si ir en coche oficial o en business) y tú por ese otro camino (transporte público), y el que llegue primero y gaste menos, gana». «Vale», contestó la funcionara. Y así empezó la carrera, que, como es evidente ganó el lobo (¿Por qué sería?).

Al llegar a casa de la abuelita, picó a la puerta y, tras engañar a Administración, se la comió de un bocado. Se puso su camisón y se metió en la cama, a esperar a nuestra protagonista.

Tras dos horas o más de tortuoso transporte público, llegó la funcionaria a casa de su abuela y, tocando el timbre, oyó desde dentro que le decían: «Pasa, pasa, que la puerta está abierta y yo estoy descansando en la cama, que estoy malita?.»

La funcionara se acercó a la cama y se encontró con su abuelita un poco cambiada. Asombrada y asustada, le preguntó: «Abuelita, abuelita, te veo muy diferente; ¿por qué tienes tantos políticos?». Ella contestó: «Son para gastar más». «Abuelita, abuelita, ¿por qué tienes tantas elecciones?». «Es para diversificar mejor el gasto». «Abuelita, abuelita ¿por qué tienes, tantos asesores?». «Es para saber gastar mejor». «Abuelita, abuelita ¿por qué tienes esa hucha tan grande...?» Y en ese momento, el lobo saltó de la cama y de un bocado se tragó a nuestra pobre Funcionaria, que directamente pasó a la barriga del lobo, donde se encontró con su abuela Administración. Las dos empezaron a chillar pidiendo auxilio, y así llevan varios años?.

La pena es que a diferencia del cuento real, en éste aún no ha llegado el cazador, y Administración y Funcionaria todavía sigue en la barriga del lobo «Recortes», esperando que alguien las salve.

Moraleja: la mayoría de los funcionarios trabajamos más que antes y cobramos el sueldo de hace doce años, aproximadamente. Por lo tanto, es difícil que seamos los responsables de esta crisis, aunque sí los que más colaboramos económicamente para que se solucione.