M. C.

«Asturias, en comparación con España, cuenta con la mayor variedad de tipología de restos de construcciones de la Guerra Civil y las que están en mejor estado de conservación». Es lo que dice el geógrafo Manuel Antonio Huerta Nuño, Toño Huerta, que hoy ofrece una conferencia en el Club LA NUEVA ESPAÑA de Gijón, titulada «Las construcciones de la Guerra Civil en Asturias».

Toño Huerta se pasó tres años recorriendo los principales escenarios bélicos en la región durante la contienda fratricida. Entre 2006 y 2009 completó aquel encargo de la Consejería de Cultura del Principado, catalogando 496 restos de construcciones bélicas, el 57% de las mismas del bando republicano y el resto de los nacionales.

Desde fortificaciones para emplazar armas ligeras, ametralladoras o artillería hasta la conversión de 150 portales y sótanos en refugios para la población civil y medio centenar de trincheras, aeródromos, como el que se conserva en Colunga, polvorines o cementerios, como el musulmán de Barcia (Valdés), este geógrafo estableció 14 tipologías de vestigios de la guerra en el Principado y acabó plasmando aquella experiencia en el libro «Los vigilantes silenciosos».

En Gijón se conserva algún vestigio, como el antiguo refugio en Cimadevilla, al que se accedía por entradas bajo la casa de los Paquet, junto al palacio Revillagigedo, y en la plaza del Lavadero, respectivamente. El refugio es de unos 400 metros cuadrados. Otros emplazamientos que se usaron en la Guerra Civil, como las fortificaciones del Cerro y de la Campa Torres, ya estaban construidos con anterioridad a la contienda. Oviedo es el municipio con más restos, 175, en las cinco líneas de defensa de la ciudad.