Neumólogo, jefe del servicio de medicina interna de Jove recién jubilado

A. RUBIERA

Dámaso Escribano (Madrid, 1947) ha superado ya las cuatro décadas de trabajo como médico y ahora, recién jubilado como jefe del servicio de medicina interna del hospital de Jove -centro sanitario en el que ha cerrado una historia de 30 años- abre otra etapa en esa larga carrera: la del ejercicio privado en exclusiva. Con el convencimiento de que aún puede aportar cosas a la medicina se dispone a abrir una consulta, que afronta sin la presión ni la intensidad de quien tiene toda la vida profesional por delante. Y lo hace para seguir dedicándose a lo que le ha hecho feliz: la atención a los pacientes y su entorno. También piensa seguir caminando por la senda de la docencia, que siempre le interesó, y ya advierte que, de forma altruista y siempre que pueda, está dispuesto a colaborar con aquellas entidades que requieran de sus servicios como agente formador en cuestiones de salud pública.

Este médico madrileño llegó a Asturias siguiéndole el rastro a la neumología, en la que se especializó, y tras una formación intensa en el hospital de Silicosis de Oviedo, le llegó la oportunidad de pasar a Jove, siendo uno de los partícipes en el desarrollo y transformación del hospital concertado.

-¿Cómo fue ese desembarco suyo en el hospital de Jove?

-Estudié la carrera en la Complutense y al acabar pasé un año de médico rural en el Bierzo, donde nació mi vocación por la neumología. En el hospital de León hice medicina interna y de luego acabé de especializarme en Silicosis, con el doctor Mosquera como maestro y jefe. Allí aprendí mucha neumología y mucho sobre las enfermedades de los mineros asturianos. En un momento dado, en 1982 se me planteó la posibilidad de pasar a Jove y me pareció un proyecto interesante.

-¿Por qué?

-Jove era un hospital eminentemente quirúrgico, donde los médicos trabajaban en función de cupos; no era una concepción moderna de la gestión hospitalaria. Yo podía aportar el conocimiento en medicina y también el conocimiento sobre sistemas de organización. De ahí que mi cometido, cuando me nombraron jefe de medicina interna, fuera no sólo hacer el dimensionamiento de mi servicio, sino de todo el hospital. Fue una experiencia muy buena, la verdad. Me he ido de Jove con muy buenos recuerdos y agradecido a unos compañeros que hicieron fácil mi labor de liderazgo y de responsabilidad.

-Se jubila sin jubilarse. ¿Aún no le cansa tanta enfermedad y tanto paciente?

-No, porque no hay enfermedades, sino enfermos. Cada uno tiene su vida, su mundo, su forma de contar las cosas, su respuesta al tratamiento... Yo he disfrutado mucho con la medicina. También he sufrido, no cabe duda.

-Si echa la vista atrás, ¿qué ve?

-Por citar lo más fácil, veo un servicio de medicina interna, el del hospital de Jove, que tenía cinco personas cuando llegué y que ahora he dejado con más de 25 personas.

-¿Tanto peso ha cogido la medicina interna?

-La medicina interna era una especialidad en la que los que estábamos hacíamos de todo; con los años y las especializaciones eso ha cambiado. Pero para mí es un servicio que sigue siendo la esencia natural de la medicina; es como la atención primaria, pero de hospital. De hecho, considero que cuando un especialista previamente ha hecho medicina interna, aunque eso le haya alargado el tiempo de aprendizaje, lo que genera es una gente muy bien formada y con una amplitud de miras muy necesaria. Considero que estamos en un momento en que, más que nunca, la labor de los servicios de medicina interna es esencial.

-¿Por qué?

-Porque la prevalencia de las enfermedades crónicas es muy alta. El 80% del gasto sanitario en España viene generado por enfermedades comunes, muy pero que muy prevalentes: enfermedades cardiovasculares, respiratorias, tumores... y eso es lo que un internista puede llevar perfectamente. El «abc» de la medicina diaria en un hospital son las pluripatologías; el enfermo crónico, mayor, con una variedad de patologías. Ese es el enfermo ante el que el médico internista es eficiente, se mueve bien y puede ahorrar recursos, porque probablemente no se obsesionará pidiendo muchas pruebas innecesarias, al tener un concepto más global del enfermo.

-¿Qué es lo que de verdad le llama de la medicina?

-De la medicina me interesa el paciente, pero no visto sólo como una persona enferma a la que hay que asistir, sino que también me interesa el aspecto psicológico de lo que le está pasando. Detrás de un problema físico casi siempre se va a encontrar una minusvalía o dificultad psíquica, dicho en el sentido de un desajuste emocional, ansiedad, angustia o algo más grave, tanto del paciente como de la familia. El acto del acercamiento a la persona enferma, que tiene mucho que ver con el humanismo, va muy ligado a la medicina interna. No siempre se puede curar, pero sí se puede aliviar, o aconsejar o moderar la ansiedad que genera una enfermedad.

-¿Qué diagnóstico hace de lo que le está pasando a la sanidad española?

-El análisis del asunto es complejo. En mi opinión, lo que le está pasando no es sólo un tema de dinero, o una sobreocupación... es un tema de política. Nos dicen que la sanidad es cara y está consumiendo muchos recursos, pero lo cierto es que se invierte en sanidad el 6% del PIB, menos que otros países de nuestro entorno. Tampoco creo que haya un mal uso o un abuso; lo que ocurre, y es innegable, es que se ha incrementado mucho el gasto por el envejecimiento de la población. Así y todo, considero que la sanidad española funciona muy bien. El señor Obama se interesó en su día por el sistema público español, porque en cuanto a generalización de cobertura, resultados y coste es un sistema espectacular, que llama la atención en todo el mundo. Pero cuando a Obama le contaron los salarios de los médicos y los enfermeros le quedó claro, y así lo dijo, que nunca se podría plantear algo así en EE UU, no se podría hacer.

-¿Con lo cual?

-Creo que alguna pequeña cosa se puede mejorar con la gestión y evitando gastos superfluos. Pero eso es el chocolate del loro. Insisto en que a mí todo esto me parece más un problema de política que de pacientes o médicos. Yo dejaría el sistema como está, sin empeorarlo. El copago no me parece un buen sistema, no lo considero ecuánime, ni equilibrador.

-¿Y revisar prestaciones?

-Es cierto que hay cosas muy caras -trasplantes, quimioterapia de última generación, antiretrovirales- pero eso no es muy relevante en número. Lo relevante, lo grave, es el coste que tienen los hipertensos, diabéticos, cardiópatas, la EPOC.... Lo más abundante es lo que nos está resultando más caro. Así que el mensaje probablemente tiene que estar más en la medicina preventiva.

-¿De verdad que son los procesos más comunes los que están encareciendo el sistema?

-Sí, estoy convencido. De la eficiencia ante problemas que parecen menores, pero que no lo son, es donde puede estar la sostenibilidad del sistema y donde se puede ahorrar bastante dinero. ¿Cómo? El paciente, su familia, su entorno y toda la sociedad tiene que poner lo que le corresponde. El paciente debe responsabilizarse y comprometerse; y si tiene que hacer ejercicio y evitar la vida sedentaria porque tiene indicadores de riesgo cardiovascular, lo tendrá que hacer; si tiene que hacer dieta o dejar de fumar, lo tendrá que asumir. Porque debe tener claro que eso genera enfermedad y a la larga, eso pasa un coste sanitario, personal y social enorme. Lo mismo se les puede decir a los médicos. Nosotros tenemos que transmitir esa información, en la consulta, paciente a paciente, y en cuantos foros públicos podamos.

-O sea, que un buen control de la diabetes vale millones.

-Sí; una diabetes mal controlada va a acabar en una retinopatía, un infarto, problemas de riego, el paciente puede necesitar un by-pass... y además, es una enfermedad que en su mayor parte se contrae por la obesidad, la vida sedentaria y el sobrepeso. El paradigma de vida que hacemos nos ha llevado a que haya menos fumadores, pero muchos más obesos. No hemos ganado nada.

-¿Después de 30 años en el hospital de Jove, daría la receta de por qué se considera un hospital tan eficiente?

-Sobre todo porque la cultura y la filosofía de este hospital es de hacer lo máximo con lo mínimo. Ha sido así desde siempre, y nos hemos adaptado a la precariedad haciendo las cosas bien, o razonablemente bien. A su manera este hospital ha servido a los intereses de los gobiernos regionales de turno y los gobiernos de turno (sobre todo socialistas) han ido haciendo concesiones que beneficiaban al hospital. Ha sido un toma y daca donde quizá la parte peor tratada ha sido la plantilla. Con muchos menos recursos y menos contraprestación económica, hemos hecho más de otros y nos hemos tenido que aguantar. Y ni siquiera se nos dejó, o interesó, buscar otras fórmulas de autogestión del hospital, para no depender sólo de subvenciones públicas.

-¿Debilidades y fortalezas de un sistema como el de Jove?

-Entre las debilidades, creo que ha habido un aislamiento institucional que nos llevó a tener poca o ninguna relación con otros hospitales, y con Cabueñes en particular, algo que es sangrante porque compartimos el mismo área. Su mayor fortaleza, sin duda, es el equipo humano de este hospital y la cultura de trabajo.