Hubo un comentario que repitieron varios asistentes: «Esto parece la catedral de Leipzig». Pero era la iglesia de San Pedro, llena de público asturiano, así como la mayor parte de los intérpretes; lo único alemán eran las partituras de Johann Sebastian Bach. Qué no es poco. Tarde memorable, al fin y al cabo, por encima de nacionalidades. Se cumplía el proyecto largamente acariciado de Fernando Menéndez Viejo, y su grupo coral, «Melisma», de ofrecer estas corales de Bach a voces mixtas. Para ello era preciso encontrar un segundo coro que conociera las obras, y la respuesta vino de la Escolanía de Covadonga. Treinta muchachos que, junto a los quince componentes de «Melisma», configuraron una armonía de tonalidades de exquisita belleza plástica. Con el mérito de haber celebrado un único ensayo conjunto, dos horas antes del inicio del concierto.

En estas corales el órgano no acompaña al canto, sino que éste se ofrece a capela y a cuatro voces, pero al final de cada oratorio el órgano rubrica el texto en un sentido más íntimo y profundo, haciendo uso del absoluto dominio de la técnica contrapuntista que Bach manejaba. Las once corales de este tiempo litúrgico, Pasión y Pascua -Bach también escribió otras para el Adviento, la Navidad, Pentecostés o las misas de cada domingo-, son cortas; en las nueve primeras se glorifican los momentos más trascendentes de la Pasión de Cristo y en las dos últimas se celebra la Resurrección. En todas ellas se alternaron ambos directores, Jorge Laría, responsable de la Escolanía de Covadonga, y Fernando Menéndez Viejo, de «Melisma», arrancando de la circunstancial formación sublimes escenas de gran riqueza musical.

Y arriba, en el órgano, un artista de excepción, Adolfo Gutiérrez Viejo. El organista abrió el concierto con el «Preludio en do menor», de clara expresión dramática, y al final, siempre de la mano de Bach, puso un broche de alegre exaltación con el «Preludio y fuga en sol mayor». Lástima que no pudimos asistir a su genial trabajo, sólo escucharlo, ya que en otras oportunidades se expone la labor del organista en una gran pantalla a la vista del público.