T. BALSEIRO

Hubo que esperar cuatro décadas, pero mereció la pena. El dúo «Felipe y Bottamino» se subió ayer al escenario del Jovellanos por primera vez en su larga trayectoria. Con el patio de butacas casi lleno, la veterana pareja se despachó a gusto con su escogido repertorio.

Ya no son los jovencitos de antaño, pero se puso de manifiesto que el que nace artista lo es hasta que se muere. Da igual que cante, pinte o esculpa, como en el caso de Felipe del Campo; o que sea profesor, labor que desempeña Bottamino desde hace años en Madrid. Son maravillosamente fantásticos. Y divertidos. Antes de entonar el primer tema de la velada, «Un camino sin final», Felipe hizo gala de su buen humor. Como quiera que Bottamino tomara agua, le espetó: «Son las pastillas del Alzheimer». No faltaron guiños a los asistentes, en buena parte viejos conocidos, amigos, allegados y familiares. Cuando iba a sonar «Miserable», Felipe apostilló que esa canción «le viene al Botta como anillo al dedo». Y el auditorio rio esa y otras ocurrencias.

El repertorio incluyó más de una veintena de canciones, tales como «Nacer de nuevo», «Todas las mujeres», «Yo y Julio», «Enamórate», «Algo está cambiando»... Y verdaderamente algo debió de cambiar ayer en la vida del dúo, favorito en varias ocasiones antaño en la lista de los 40 Principales. La recompensa a su dedicación artística llegó anoche en la entrega a sus ídolos de todo el teatro Jovellanos. Ni siquiera el hostelero Zacarías del Campo, uno de los hijos de Felipe, hubiera imaginado la trascendencia que tendría su empeño de unir a las dos voces amigas el día de su boda. Porque después de aquel feliz día, los dos amigos comenzarían a tener ofertas de trabajo juntos.

Sus voces claras y potentes, adornadas por un sonido técnico espectacular, encandilaron a un auditorio entregado. Porque la pasión de juventud, los cientos de suspiros que arrebataron en su época juvenil a las muchachas de la época dejaron paso a los recuerdos nostálgicos. Y no faltaron las versiones de algunos clásicos, como el «Mrs. Robinson» de «Simon y Garfunkel». Al entonarla recordaron a Javier Asenjo, «quien un día nos dijo que le debíamos a ese dúo una visita de rodillas».

Ayer en el Jovellanos, a pesar de los años, de no ser tan jóvenes, de lucir el pelo plateado por el paso del tiempo, el querido y admirado dúo « Felipe y Bottamino» dio una vez más el do de pecho. Y de qué manera. Ellos disfrutaron como enanos, los oyentes también, y unos y otros nos quitamos treinta años de encima.