Naturalista y escritor especialista en el tejo

Pablo TUÑÓN

Aunque nació en el País Vasco, donde se venera más al roble; se siente medio asturiano y es un apasionado del tejo, en especial de los de la sierra del Sueve. Ignacio Abella (Vitoria, 1960) , escritor y naturalista, ha vivido en Somiedo y ahora reside en Colunga. Él ha sido el promotor de las «Jornadas sobre gestión y conservación de tejos y otros árboles históricos», que se están desarrollando en el Jardín Botánico y, conocedor de la milenaria historia del tejo, ve con buenos ojos la protección de la que el Principado ha dotado a esta especie.

-¿Qué significa el tejo para Asturias?

-Sería la bandera de Asturias. Si tuviera que elegir un símbolo para Asturias, sería el tejo. Por lo menos, la bandera de la tradición. Como seña identitaria, posiblemente la más antigua y enraizada en este pueblo sea el tejo.

-¿Por qué cree que se le rendía tanto culto a este árbol?

-Hay muchísimos puntos posibles. Uno, que es el más longevo. Un tejo puede sobrepasar los dos milenios. Pero también en los cementerios este árbol era el homenaje que se hacía a los ancestros. Como árbol perenne es símbolo de vida eterna. Y curiosamente al ser un árbol mortal, porque es tóxico, también tiene un significado de muerte. Sobre todo con nuestros ancestros más lejanos, los antiguos astures, que se suicidaban con veneno de tejo antes de caer prisioneros. Hay una muy antigua relación y aparece como símbolo en lápidas vadinienses.

-¿Se puede comparar el simbolismo del tejo con el de otros árboles?

-Por ejemplo, el roble en la tradición asturiana. Al igual que los tejos de conceyu, bajo los cuales el pueblo tomaba decisiones, conocemos algún roble de conceyu. Pero en Asturias los árboles de conceyu son en un 99,99% tejos.

-¿Por qué cayeron en el olvido y fueron deteriorados?

-Porque la tradición ha ido por otros derroteros. Con el imperio de la escritura y la tecnología, lo de la palabra debajo del tejo se ha perdido. Se han olvidado las antiguas funciones del árbol de conceyu, donde se deliberaba. Además, en Bretaña y Normandía se conservan mucho mejor porque siguen en cementerios. Pero aquí se ordenó que los cementerios se separaran de las iglesias por salud. Y los tejos quedaron desamparados en mitad de los pueblos.

-¿Requieren de tanta protección?

-Sí. El panorama es tan desolador que estamos viendo todos los años cómo unos cuantos tejos sufren graves agresiones. O los matan o los dejan gravemente tocados. Un legado de siglos lo perdemos en décadas. Del espléndido legado que teníamos hace cincuenta años, hoy nos quedan muchos en un estado patético. Es un reflejo de nuestro respeto.

-¿De dónde vendrá eso de «tirar los tejos»?

-Para mí la mejor versión es que, como una manera de adivinación en países nórdicos, se usaban unas cazoletas de madera de tejo. Se «tiraban los tejos» y era una forma de augurio, casi siempre de amor.