A. RUBIERA

Leonor Argüelles, Adrián Blanco, Irene Pérez, Andrea Rodríguez, Laura Menéndez y Laura Álvarez, alumnos de 1.º de Bachillerato de Ciencias del Colegio La Corolla-Liceo, tienen una sugerencia que hacerle al ministro de Educación, José Ignacio Wert, sobre cómo mejorar la cultura científica de la población escolar española. Para estos seis alumnos, entre 16 y 17 años, la clave puede estar en adelantar la enseñanza de temas científicos básicos, como la teoría de la evolución, a niveles de Primaria. Porque ahora saben que los alumnos de 9 y 10 años -a partir de 4.º curso de Primaria- no sólo «demuestran que están capacitados para entenderla», incluso están más ávidos de conocer ese tipo de razonamientos científicos que los alumnos de Bachillerato. «Hasta un niño nos pidió, después de contar lo que era la evolución, que le explicáramos, entonces, cómo evolucionaban los Pokémon», recuerdan entre risas.

Además de adelantar la edad de aproximación a estos temas, otra idea fundamental de este equipo del Liceo sería garantizar que todos los alumnos obtienen formación científica en algún momento de su vida escolar, porque, siguiendo con el ejemplo de la evolución, «hay quienes llegan a Bachillerato sin haber tocado ese tema en Secundaria, quizá porque no eligieron la optativa adecuada, y cuando les llega en Bachiller no muestran interés por el mismo ni retienen bien los conceptos, porque ya tienen ideas falsas preconcebidas», declaran.

Esas conclusiones y el trabajo de campo que les llevó a ellas es posible que no lleguen a oídos del Ministerio, pero al menos ya les han valido un premio regional. El que concede Cajastur en su programa de fomento de la ciencia, como mejor trabajo del apartado de «Ingenio y esfuerzo» realizado por equipos de Bachillerato. Hoy recogerán su premio en Oviedo, y su botín: un iPod para cada alumno y 1.000 euros para su colegio, que deberá invertir en material para el laboratorio.

«¿Por qué no entendemos la selección natural?» es el título del trabajo que pusieron en marcha estos seis compañeros, bajo la supervisión y con el aliento de su profesora de Biología, Ángeles Torreblanca. «La idea surgió tras una clase de Filosofía en la que nuestros compañeros, sobre todo los que no han dado Biología, defendían teorías diferentes de la evolución y no conocen el mecanismo de la evolución por selección natural; incluso la profesora tenía ciertas dudas. Nos pareció evidente que era algo que no se entendía bien», cuentan los protagonistas.

Así que a través de un sistema de encuestas -previas y posteriores- y clases monográficas impartidas por ellos mismos a alumnos de 2.º, 4.º y 6.º de Primaria, 2.º de la ESO y 1.º de Bachillerato plantearon el desarrollo de una investigación científica sobre qué conocimientos previos hay en cada curso escolar de la evolución de las especies y cuánto se llega a saber después de una lección «magistral» como la que les ofrecían.

Ahora en el Liceo ya hay varios cientos de escolares que saben que Darwin no fue un político, que el hombre no proviene del mono o que la selección natural no es una forma de clasificar los alimentos según su naturaleza. Y esa clase se la deben a Leonor, a Adrián, a Irene, a Andrea y a las dos Lauras.