Si alguna vez la Formación Profesional fue el «patito feo» del sistema educativo, hubo entornos donde nunca dejó de ser vista como un gran cisne. De ese sentimiento dan fe los que en algún momento de sus vidas pasaron por la «Uni» de Gijón, la Universidad Laboral, que fue desde sus inicios, en noviembre de 1955, la precursora de un proyecto pedagógico y social que dio excelente formación técnica y humana a miles de alumnos. Le seguirían en España otros 23 centros de idénticas características, donde más de medio millón de alumnos fueron becados totalmente hasta 1978. De la claves de aquel proyecto educativo que tuvo su origen en Gijón dan cuenta ahora ex alumnos y, a la vez, ex docentes en el libro «Educación compartida, educación impartida». Antonio González, Isidoro Luque, José Luis Giraldo, José Murall, Luis Fernández y Miguel Ángel Caldevilla son las seis firmas que dan forma a este volumen, la «opera prima», dicen ellos, del grupo de docentes que trabaja a la sombra de la Asociación de Antiguos Alumnos de la Universidad Laboral.

Miguel Ángel Caldevilla, catedrático de Educación Secundaria y asesor de formación permanente para profesores de FP, sostiene que quienes, como él, se han formado en universidades laborales, llevan impreso en su ADN «un contexto vital universalista e integrador muy alejado de la formación-entrenamiento que se ofrece hoy a los jóvenes que cursan Formación Profesional en España». Tanto es así que algunos piden para este centro el reconocimiento como campus de FP. José Murall explica que el inicio de la relación entre la empresa y la Universidad Laboral de Gijón arranca en el mismo instante en que se inaugura la Universidad Laboral. «Lo que sucede es que se integra la empresa en la formación de los alumnos», explica este profesor de la Laboral desde 1967. Las excelentes instalaciones, el alto nivel formativo y la amplia experiencia del profesorado en el mundo industrial desembocaron «en una fructífera experiencia» tanto para docentes como para los alumnos.

Fruto del prestigio y repercusión que ha tenido la Universidad Laboral de Gijón son el centenar largo de publicaciones que han visto la luz en los últimos cincuenta años gracias a la labor del cuadro de profesorado. «Si uno de los indicadores del nivel educativo de un centro y de la valía de sus docentes es el volumen de publicaciones de estos, la Universidad Laboral de Gijón puede sentirse muy satisfecha», sostiene Murall.

El actual Centro Integrado de Formación Profesional (CIFP), que algunos conocen como el «barrio nordeste» en la Ciudad de Cultura, con su millar largo de alumnos, permite que el «viejo espíritu innovador» de la Universidad Laboral de Gijón, permanezca. Al menos así lo cree Luis Fernández, oficial tornero de la Laboral en 1968, ingeniero técnico e ingeniero industrial y profesor de la Universidad Laboral desde 1977.

Pero no todo han sido aspectos positivos, advierte Antonio González, pues dentro de una perspectiva de formación a lo largo de toda la vida de las personas «se necesitará un replanteamiento que refuerce la identidad y la especificidad de la FP entendida globalmente», añade. De ahí que González, profesor de Secundaria adscrito a la familia profesional de mantenimiento de vehículos autopropulsados, defienda que el CIFP de la Laboral sea un buen candidato a ese campus de FP al que también se refiere Murall en la publicación, «dada su trayectoria histórica como centro innovador». Una afirmación que González, a la sazón presidente de la Asociación de Antiguos Alumnos de la Laboral, justifica en base a la «apuesta pionera» del centro gijonés por las prácticas en empresas.

De la labor del profesorado se ocupa José Luis Giraldo, profesor durante más de treinta años en la Escuela Técnico Profesional Fundación Revillagigedo, quien resume de esta forma cuáles deben ser las habilidades del educador: «Para educar bien a los alumnos, que estudien y obedezcan, hay que echar un poco de ingenio y un poco de alegría a la vida», sostiene, pero añade la necesidad de disponer de cierta capacidad «para poner normas y límites y de escucha activa» sin dejar de lado el valor de la responsabilidad y la solidaridad de grupo. De todo ello, explica, dieron cuenta a lo largo de su desempeño profesional los docentes que pasaron por la Laboral. Según Giraldo, los alumnos de hoy en día siguen necesitando profesores y educadores «contentos, que sonrían, que tengan armonía y buen ambiente de claustro y que disfruten juntos».

Sólo les queda a los autores de esta publicación una espina clavada. La que expone Miguel Ángel Caldevilla, quien lamenta que la palabra más repetida cuando se habla de la Formación Profesional continúe siendo, tantos años después, «dignificar». «En las universidades laborales y en sus textos fundacionales no se abusa del término dignificar. Se parte ya de la idea de que la FP es de por sí la mejor escuela para ser un buen y digno ciudadano», concluye Caldevilla. Y de ello hay muchos que dan fe.