R. VALLE

Rufo es muñeco aventurero pero con tendencia a volver siempre al lugar del crimen. La polifacética mascota de la «Semana negra» festejará este julio las bodas de plata del festival que nació como encuentro de novela policiaca para acabar convirtiéndose en mezcolanza de literatura, fotoperiodismo, música, cómic, gastronomía, parque de atracciones y romería de verano en los terrenos que hasta hace unos años sirvieran para construir barcos bajo la firma de Naval Gijón. Un escenario que no dista mucho en metros y estilo al que acogió a los chicos y chicas de Paco Ignacio Taibo a principios de la década de los noventa del siglo pasado en los rescoldos de Astilleros del Cantábrico. «Es un "déjà vu" porque nosotros ya estuvimos en un astillero que ahora es una magnífica playa (por Poniente)», recordaba hace unos días el gerente de la «Semana», José Luis Paraja, ironizando sobre el impulso para la transformación de la ciudad del espíritu «colonizador y pionero» del evento multicultural en sus saltos por la geografía local.

Naval Gijón será la décima ubicación que tiene la polémica y multitudinaria «Semana negra» en sus 25 años de existencia. Y la séptima al borde del mar. Ese Cantábrico que acogió su inicio en 1988 en un Musel bien distinto del de la ampliación que este año se vio como opción inviable para reunir a los semaneros y que le acompañó hasta 1994 en sus ubicaciones del entorno de Fomento, la antigua Rula y Astilleros del Cantábrico. De la bahía naval de la zona Oeste dieron el salto al Parque Inglés y de allí al entorno de El Molinón. Los alrededores del estadio de fútbol -metro arriba o abajo, según la edición- acogieron la «Negra» entre 1995 y 2007. Fue el espacio más querido por la organización y el gobierno municipal de la época, pero de allí fueron expulsados por los vecinos.

Más en concreto por una sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Asturias a favor de la comunidad de propietarios del edificio «Gacela», que prohibía instalar el festival a menos de 500 metros del bloque de la calle Sporting. Sentencia que ha estado detrás de la negativa de los organizadores a asumir como buena la sugerencia que el equipo municipal de Foro Asturias les hacía para instalarse entre las paredes del recinto ferial «Luis Adaro». ¿Quién asumiría los costes económicos de la suspensión judicial del evento si los vecinos pedían la ejecución de la sentencia? La organización tuvo claro que ellos no podían correr con ese riesgo. Y aunque Foro reiteró en más de una ocasión que no había problemas legales en la Feria, tampoco oficializó el compromiso que le pedía la «Semana» de asumir las repercusiones en dinero si las cosas acababan torciéndose.

Expulsados de la zona Este de la ciudad, la «Semana negra» volvió a la costa Oeste para ocupar Poniente primero y El Arbeyal después. El gobierno socialista hizo encaje de bolillos para convencer a los vecinos de uno y otro arenales de lo llevadero de diez días de fiesta. No fue fácil. Tuvo que comprometer un riguroso control en materia de seguridad, limpieza y ruido en cada zona durante la celebración del evento y prometer a las asociaciones vecinales de Poniente y La Calzada que ambas ubicaciones eran provisionales y que la «Semana negra» se iría para no volver. A ese compromiso del anterior gobierno municipal hacen referencia los responsables del colectivo vecinal «Pando» para oponerse a la ubicación de Naval Gijón que, dada su proximidad al arenal de Poniente, consideran afectada por el pacto de no retorno firmado en 2008. El Ayuntamiento, ahora con un gobierno de otro color político, no lo entiende así. «El compromiso era con la explanada y la zona de playas; ahora hablamos de El Natahoyo», indicaba la edil forista Lucía García Serrano.

La solución a este ir y venir de la «Semana negra» parecía estar al lado del campus universitario. Una parcela en la avenida de Albert Einstein de 57.000 metros cuadrados habilitada por el Ayuntamiento de Gijón como espacio de usos múltiples que se estrenó en la edición de 2011. El remedio fue peor que la enfermedad. Ya no hubo críticas vecinales, pero la Universidad de Oviedo ejemplificó su oposición al evento separando su propiedad del festejo con una valla que muchos calificaron de «muro de la vergüenza». Tras la valla llegó el compromiso de la alcaldesa Carmen Moriyón al rector Vicente Gotor de que la «Semana negra» no volvería y la sentencia favorable a la Universidad en un litigo previo sobre la propiedad del terreno, que al Ayuntamiento le había llegado de manos del Principado de Asturias a través de una permuta.

Ahora las miradas están en Naval Gijón. Allí trabajarán estos días técnicos municipales y de la organización para ajustar una nueva «Semana negra» que, como no puede ser de otra manera, estará rodeada de polémicas. Rufo y sus amigos no conocen tiempos de paz.