Hoy, a las seis de la tarde, en la parroquia de los Capuchinos, de San Antonio de Padua, se celebrará el funeral por Francisco Tamargo, que falleció ayer después de una larga lucha contra una dolorosa enfermedad. El funeral será oficiado por su sobrino, el claretiano Manuel Tamargo.

Su profesión fue la docencia, pero su vocación le llevó mucho más allá. Se preocupó y se ocupó en la resolución de los problemas de sus alumnos, de sus estudios, de sus familias y de los jóvenes que se preparaban para el matrimonio. Era un eficiente organizador de cursillos, siempre pensando en mejorar las relaciones entre las personas, para lograr una vida mejor.

Más de cuarenta años de matrimonio, con Pepita. Sus hijos, Francisco y Carolina, les dieron cuatro nietos. Profundamente religioso, en su enfermedad se dedicó a la oración, retirado de toda actividad social.

Todo lo que organizaba quería que fuese perfecto. Dio cursillos de técnicas de estudio a alumnos con dificultades de aprendizaje. También ayudó a preparar oposiciones a amigos que deseaban mejores empleos; o prematrimoniales a parejas que deseaban contraer el sacramento del matrimonio.

Sus títulos académicos y cargos como el de jefe de estudios, ya no tienen importancia. Lo que queda es el fruto de su labor. Los miles de alumnos que pasaron por sus aulas, que lo recuerdan como un profesor especial. Los matrimonios que fueron felices gracias sus consejos. Los jóvenes que encontraron en él al consejero que les ayudó a salir adelante. Esos frutos permanecen.

Su trayectoria no es fruto de la casualidad. Porque es cosa de toda su familia. En la que hay varias personas con puestos destacados en el mundo de la docencia y la organización de los colegios religiosos.