Profesora en la Universidad de Tours y catedrático en la La Sorbona, biógrafos de Unamuno

J. MORÁN

Colette Rabaté, profesora de Lengua, Literatura y Civilización Española en la Universidad de Tours, y Jean-Claude Rabaté, catedrático de Civilización Española en la Universidad de La Sorbona Nueva-Paris III, publicaron en 2009 «Miguel de Unamuno. Biografía» y acaban de editar «Miguel de Unamuno. Cartas del destierro (1924-30)». De esta última obra hablaron hace unos días en el Club de LA NUEVA ESPAÑA de Gijón y a continuación exponen más ampliamente su perspectiva sobre el pensador vascosalmantino.

-¿Cuál es hoy la vigencia de Unamuno?

-Colette: La visión sobre él ha cambiado. Durante años se ha visto su faceta reflexiva, de angustia, del sentimiento trágico de la vida. Eso corresponde a los años del franquismo, pero desde los sesenta empieza a cambiar la percepción al localizarse muchos textos suyos de prensa. Entonces aparece su faceta política. Nuestra opinión es que se trata de un gran intelectual, un poco olvidado, pero que suscita fascinación o rechazo porque a primera vista parece contradictorio, pero al estudiarlo hemos visto una gran coherencia desde su juventud hasta el final.

-Jean-Claude: Un ministro franquista dijo hacia 1966 que los artículos de Unamuno era mejor olvidarlos. Y la verdad en que García Blanco, en las obras completas, sólo publicó 1.500 artículos, pero hay más de 3.000 sin recoger. Unamuno fue un periodista, no profesional, pero sí un cronista que reacciona casi a diario frente a los acontecimientos políticos. Colaboró en más de un centenar de diarios y de revistas de España y de América del Sur. Unamuno no es de Salamanca, no es de Bilbao; Unamuno tiene proyección europea y gracias al destierro va a cobrar una dimensión internacional. La imagen de Miguel de Unamuno es muy buena en Argentina, donde tenía más de 300 corresponsales con los que se carteaba, escritores y también políticos. Hay que revisar la imagen de Unamuno forjada por la historia de la literatura, y hablar del Unamuno periodista y del Unamuno que cultivaba el género epistolar.

-¿Cómo encuadrarle ideológicamente, vistos los azares por los que pasó con la Dictadura de primo de Rivera, la República o los inicios del movimiento nacional?

-C: Sería un liberal a imagen del liberal del siglo XIX; un hombre apegado al progreso y contrario al militarismo. Un pacifista que ya con la guerra de Cuba es uno de los primeros en rebelarse.

-J-C: A pesar de las contradicciones más o menos aparentes hay en él una línea de fuerza: su actitud frente al militarismo, además de una condena muy violenta de la historia con «H» mayúscula, de la historia oficial, de los políticos profesionales. Había que buscar otra manera de hacer política y él inventó el concepto de la «intrahistoria» en contra de la historia escrita por Cánovas del Castillo. Unamuno intenta con «Paz en la guerra» (1895) recoger las voces de los campesinos vascos, y lo mismo hará después por los campos de Salamanca. Es decir, una historia de las mentalidades, de la vida cotidiana, de quienes, según decía se levantaban con el sol. Y Unamuno siempre escribió en contra de alguien o en contra de algo. En los años de la guerra de Cuba, escribió en «Lucha de clases» de Bilbao, un periódico socialista. Yo creo que es el único intelectual de finales del siglo XIX y catedrático de universidad que es socialista, ya que pertenece a la Agrupación Socialista de Bilbao y manda más de 3.000 artículos anónimos a dicho semanario. Y durante la guerra de Marruecos publicó en semanarios clandestinos artículos muy fuertes contra la guerra y los militares, igual que escribió artículos muy violentos contra el catolicismo oficial sectario para promover un cristianismo más evangélico. Decía que había que descatolizar España para mejor cristianizarla. Era casi un protestante en una España católica.

-¿El destierro fue consecuencia de que censurara al Rey por traicionar al país imponiendo un directorio militar?

-J-C: Viene desde lejos. Escribía en contra de la monarquía, por ejemplo, en El Mercantil Valenciano, y en Bilbao pronuncia un discurso muy violento en contra de Primo de Rivera. Unamuno era un hombre continuamente procesado; coleccionaba los procesos, las multas. Tremendo. Y era víctima de la censura; muchos artículos suyos vienen entre corchetes, o con puntos suspensivos. No obstante, es protegido por Luis Simarro y la Liga de los Derechos del Hombre. Hasta un día en que un periódico hispanoamericano publica una carta suya en la que criticaba a la monarquía de Alfonso XIII y se produce la orden del destierro.

-¿Era antimonárquico?

-J-C: Era más antimonárquico que pro republicano.

-C: Su actitud es también consecuencia de la propia persona de Alfonso XIII, al que al principio se adhiere más o menos, pero después se aleja de aquel «rey militar» y dice de él que era un joven al que continuamente vestían de militar.

-Después se adhiere totalmente a la II República.

-J-C: Desde el Ayuntamiento de Salamanca proclama la República. Fue concejal y diputado a Cortes.

-C: Pero al cabo de de dos años, en 1933, tras una serie de encuentros y desencuentros, ya empieza a tomar distancias y critica a la República.

-¿Qué ve negativo en ella?

-J-C: La política de Azaña, por ejemplo. Frente a esa frase de que «España ha dejado de ser católica», Unamuno no comparte esta visión. Está en contra de los dogmas de todo tipo. Y me parece que hasta los años treinta, hasta el exilio, Unamuno entiende perfectamente España, pero el destierro va a provocar una especia de ruptura. Durante seis años está fuera y cuando regresa se lleva muy mal con esta España del siglo XX porque Unamuno es un hombre del siglo XIX. Se produce una especie de divorcio, de ruptura, y no entiende que la política es ahora una política de masas, con el fascismo que sube en Italia, con lo que sucede en Alemania, con la Falange? Estos movimientos no los entiende. Unamuno sigue razonando de hombre a hombre, no ante las masas.

-C: Y la violencia le da miedo. Del bolchevismo y el fascismo va a condenar sus violencias respectivas.

-J-C: Las condena y entre bolchevismo y fascismo no encuentra su camino; y es normal porque son dos movimientos que van a aplastar de cierta al individuo.

-C: Unamuno razona a nivel individual más que a nivel de las masas. Por eso había militado en el Partido Socialista, pero permaneció poco tiempo y disentía de varias ideas. Él decía «partido, no; entero».

-Y llega la Revolución de Asturias de 1934.

-J-C: Unamuno firmó un manifiesto con Valle-Inclán para condenar lo de Asturias en el 34, y hay un artículo publicado algunos meses más tarde en la revista «España» que es muy emocionante. Describe una visita de Unamuno a un pueblo de Asturias y entonces ve que solamente hay mujeres, todas vestidas de negro. Claro, los hombre están muertos o encarcelados, y Unamuno contempla esto y no se atreve a hacer preguntas a estas mujeres. Es emocionante porque Unamuno, ya viejo, entiende lo que pasa, pero de actor se convierte en un espectador.

-C: Ya se siente sin fuerzas, y no habla con estas mujeres para dar un testimonio sobre la represión de Asturias. Su última reacción como actor será el célebre 12 de octubre del 36.

-Es el episodio en la Universidad, junto a Millán-Astray y Carmen Polo.

-J-C: Salamanca es en ese momento la casa cuartel de Franco y de los nacionales. Unamuno es víctima de presiones muy fuertes falangistas, pero su última intervención pública frente a Millán-Astray no nos extraña porque si leemos otros discurso de años anteriores siempre exalta a personas que fueron enemigos de la España militarista, como por ejemplo José Rizal, el poeta. Lo que pasa es que Millán-Astray luchó contra Rizal en Filipinas y eso es lo que provocó la reacción muy violenta en contra de los intelectuales. Lo que pasa es que el discurso de Unamuno, aunque fue radiado, está perdido definitivamente.

-C: En un sobre escribe unas notas y se puede leer «Rizal» y «vencer no es convencer».

-J-C: Dijo «venceréis, pero no convenceréis», un juicio muy lúcido sobre el futuro político de España, de la misma manera que su condena de la guerra de Marruecos o de la de Cuba: mejor perder la isla de Cuba.

-C: Es decir, que es un personaje complejo como cualquier hombre, pero tal vez mucho más complejo. También tuvo errores y pagó caro el adherirse durante unas semanas al Movimiento Nacional. Lo pagó y lo sigue pagando, y es una pena.

-Su féretro fue llevado por falangistas.

-J-C: Al principio son unos catedráticos de la Universidad, como Manual García Blanco, los que lo conducen, pero intervienen luego unos falangistas que se lo llevan.

-C: Hay una apropiación enseguida del Unamuno que exalta la España grande y al castellano, pero él lo decía de otra forma.

-J-C: Nada más proclamar la República en Salamanca acaba su discurso gritando: «¡Viva su Majestad España!». El pensamiento de Unamuno fue recogido por la Falange pero hay unas cartas en las que él condena esa recuperación por parte de Jiménez Caballero, un líder fascista importante y periodista y locutor de la radio de Salamanca.

-C: Jiménez Caballero escribe a Unamuno cuando falleces su esposa Concha, en 1934, y quiere de nuevo recoger sus ideas. Es tremendo.

-J-C: Cuando decía Unamuno que había que hispanizar Europa, con esa dimensión del Imperio, es el aspecto que siempre quiso falsear la Falange, pero es verdad que era el punto débil de Unamuno que prestaba agua al molino de la Falange. Y yo creo que Unamuno fue un político frustrado: cuando regresa del destierro en 1930, de Hendaya a Bilbao, 50.000 o 60.000 personas le esperan y gritan «¡Unamuno, presidente de la República!».

-¿Con que pensamientos muere?

-J-C: Era un hombre de palabras y en el momento que queda confinado en su casa de Salamanca y no puede escribir, no puede expresarse, se extingue, se muere.

-C: Sólo se expresa mediante la poesía y toma notas en un cuaderno que se publicaron en 1991 bajo el título «El resentimiento trágico de la vida». Notas publicadas con una introducción de Miguel Quiroga Unamuno, hijo de la hija mayor, Salomé, que residió en Gijón desde 1961.

-J-C: Unamuno pensaba reescribir «Paz en la guerra» porque se da cuenta de que la guerra civil de su infancia no tiene nada que ver con esa guerra sangrienta del 36. Y el título va a ser «Del resentimiento trágico de la vida». Unamuno no compartía los ideales de los nacionales y toma distancia, además él está aplastado por los asesinatos de amigos: el alcalde de Salamanca, el diputado Manso, un ex alumno suyo rector en Sevilla? De su intervención del 12 de octubre en la prensa falangista no se ha dicho ni pío y unos colegas amigos, entre comillas, lo presionan muchísimo, casi a diario, para atraerlo hacia Falange.

«Dijo: "Venceréis pero no convenceréis", un juicio suyo muy lúcido sobre el futuro de España»