Paloma del Pozo es una mujer joven, alta, guapa, alumbrada por un gran talento creativo. Un día se cruzó en su camino Guillermo Basagoiti, director del Museo Evaristo Valle, y éste, con su fino olfato de perdiguero artístico, dijo: «¡Caramba!, he aquí una posibilidad estética de diferente perfil». Creo que hasta esos momentos el vestido femenino nunca había formado parte de los proyectos de trabajo del museo.

Y de ese encuentro nació lo que para Paloma del Pozo significa un sueño: ver una colección antológica de su obra, veinticinco piezas dispersas por las salas que atesoran las pinturas de Evaristo Valle. ¿Qué hubiera pensado el pintor de tan espectacular compañía? Antes de que respondiera la interpelada, surgió la voz de otro Basagoiti, Pablo, «estaría fascinado al verse rodeado de tanto color». Sin duda. Las sedas naturales ofrecen un cromatismo de singular belleza.

La historia de este acontecimiento comenzó en Marruecos, donde el matrimonio formado por Paloma del Pozo y Agustín Ramos hubo de establecerse por razones de trabajo de este último. Paloma era directora publicitaria, pero las dificultades surgidas con el idioma la obligaron a permanecer en dique seco respecto a su especialidad. Aunque no perdería el tiempo. Su inquietud la llevó a descubrir un mundo nuevo, formado por preciosas telas, guarniciones y complementos diferentes. Se abría ante ella un caudal inagotable de posibilidades y, en consecuencia, en 2006 nació la empresa Ojalá Paloma del Pozo. En sus inicios los diseños eran de clara influencia oriental, pero como en toda creación artística éstos han ido evolucionando hacia un concepto más urbano, muchas veces enlazado con la música. Lo dicen las líneas y lo ratifican los títulos de los trajes, «Habaneras de Manila», «La bohème», «Sinfonía de fiori».

En la actualidad, el taller está en Marruecos; Paloma ha aprendido árabe y se desenvuelve bien. «Utilizamos las artesanías marroquíes como adornos, de este modo las guarniciones -cordones, botonaduras, orlas...- son de plata, incluso de oro. Los bordados se dibujan previamente sobre la tela, de modo que cada pieza es única», explica Paloma del Pozo. Su establecimiento en Gijón está situado en la calle San Bernardo, 24, y se da la particularidad que en el día de ayer se estaba inaugurando su tienda en Mahón; la de Barcelona abrirá las puertas el próximo 1 de septiembre.

La originalidad de los nombres de cada traje -«39 de amor, casi 40», «¿Quién me ha silbado?», «Tormento di fiero»...- nos llevó a inquirir. «Mi marido es poeta y el texto de la exposición también es de él». Hermoso. «A veces el deseo viene de lugares lejanos, de estrellas vagabundas, de islas perdidas, de poemas escritos en mesas de bares, de puertos de ultramar...». El lirismo siempre viene bien, pero el aspecto más prosaico no puede eludirse: los precios. La propia Paloma lo aclara, «los vestidos varían de 130 euros a 300; los abrigos y trajes de noche cuestan algo más». Paloma del Pozo y Agustín Ramos residen en Madrid, tienen tres hijos de cortísima edad, siempre han veraneado en su casa de Gijón y son socios del Sporting.

El Coro Joven de la Fundación Príncipe de Asturias, dirigido por José Ángel Émbil, remató la velada con un concierto en el que se alternaron obras del folclore popular asturiano, del gospel americano o de clara raíz africana.