J. J.

La primera piscina construida por el Grupo Covadonga cumpliría esta semana cincuenta años. La inicial pileta sirvió a los anhelos deportivos del club en las desaparecidas instalaciones de la calle del Molino (actual Emilio Tuya) y su inauguración supuso un acontecimiento deportivo y social para el Gijón de 1962. El acto tuvo lugar el 7 de julio y reunió a cientos de socios para presenciar una competición de natación y saltos en la que participaron algunas de las figuras del momento. Aquella era la quinta piscina con la que contaba la ciudad tras las existentes en el Club de Regatas, el Santa Olaya, la Universidad Laboral y en el cuartel de El Coto.

Aquella piscina supuso, además, un hecho de enorme relevancia en la historia del Grupo Covadonga: por primera vez se admitía la presencia de mujeres. En un primer momento no tenían la condición de socias, pero sí podían utilizar las instalaciones. Junto con las mujeres también se produjo la entrada de niños. El coste era de 5 pesetas cada vez que la piscina se utilizaba.

Su puesta en marcha marcó el pistoletazo de salida para la natación grupista, ya que meses después se empezó a formar el primer equipo infantil. Janel Cuesta, posteriormente presidente del club, fue el encargado del primer cursillo que se organizó, en el que también colaboraban el popular Panchano y la recién llegada de Uruguay Popelka Sosa. En aquel equipo estaban Tomás Revuelta, Antonio Sánchez Mondéjar, Chema Allongo, Gonzalo Suárez, Miguel Ángel Blanco o Braulio García. Todos ellos posteriormente compitieron en campeonatos nacionales.

En la inauguración, además de los nadadores del Grupo Covadonga, estuvieron presentes representantes de los clubes Tajamar, Real Madrid, Parque Móvil, Moscardó y Villa Luisa de Madrid, además de una selección asturiana compuesta por nadadores de los clubes Cimadevilla, Real Oviedo y Educación y Descanso de Mieres. Estaba anunciada una competición de saltos que no se llegó a celebrar ante la imposibilidad de desplazarse de algunos saltadores. Los saltos se sustituyeron por una exhibición denominada «cómica» por la prensa de la época, en la que García Artime, de Oviedo, y el local Luis Alvargonzález fueron muy aplaudidos.

En el acto no pudo estar presente el entonces presidente del club, Celso Martínez Corte, debido a una enfermedad. En su lugar, el secretario de la directiva, Robustiano Viña Mori, fue el encargado de pronunciar unas palabras de salutación.

La piscina contaba con un graderío que se abarrotaba cada vez que se disputaba una competición. Bajo las gradas de la pileta se guardaban y se reparaban las piraguas. En ese lugar se abrió un vestuario para los pequeños cursillistas, mientras que los mayores seguían utilizando el habitual, situado en uno de los laterales, donde también hubo que habilitar el destinado a las mujeres.

Esta piscina tenía una medida que hoy puede resultar curiosa, 33,33 metros, aunque bastante habitual en la época, y los 100 metros habituales en las competiciones se completaban realizando tres largos. Aquella vieja piscina de la calle del Molino tenía una marca a la altura de los 25 metros situada en la pared lateral, que era la distancia exigida a los aprendices para darles el diploma que acreditase que habían superado el cursillo.

El coste de la instalación rondó los dos millones de pesetas y contaba con una capacidad de millón y medio de litros, que se extraían de un pozo de más de 60 metros de profundidad habilitado dentro del recinto grupista, lo que supuso también un importante ahorro. Se tardaba una semana en cambiar el agua, pero «gracias a un novedoso sistema de depuración el agua podía ser utilizado sin problemas durante un año entero», según crónicas de la época.