Cuarteto gijonés, presenta su primer álbum «Stealin'the blues»

M. D. ABAD

El cuarteto gijonés «Blues & Decker» ha sorprendido a propios y extraños con su intensa revisitación del blues. Tras un intenso trabajo de conciertos que los lleva este jueves al Café Trisquel, ahora les llega el momento de su primer álbum: «Stealin'the blues».

-¿Su historia?

-Un día como otro cualquiera Guzmán le preguntó a Gustavo si le apetecía hacer algo de blues, sin más. Gustavo había coincidido con Kike y Ludwig en otras formaciones y los llamó para hacer una reunión y centrar el concepto del grupo. El primer día con instrumentos nos dimos cuenta de que el asunto apuntaba maneras, así que lo tomamos más en serio y nos pasamos un año ensayando, hablando de música y, en definitiva, haciendo grupo.

-Resulta un poco extraño encontrarse con una banda de devotos del blues. ¿Qué los empuja a esta música?

-Diríamos que la razón es que es una música que sale del corazón. Y no pretendemos hacer esa estúpida distinción entre técnica y sentimiento, porque deberían estar las dos siempre presentes, pero sí que existe la preferencia de que el músico saque lo que tiene dentro en cada momento. Es una música en que la interpretación es vital, a veces ocurren gritos desafinados pero desgarradores, intensidades mayores o menores de las que cabrían esperar que te ponen a aullar, o pensamientos que se van cruzando por la cabeza y que entran en una improvisación para que todo cuadre con el estado de ánimo del momento. Esos detalles hacen que el espectador pueda sentirse especial porque está viendo algo que puede que no se repita. Y luego, claro, a mayores, está la importancia capital que ha tenido en la evolución de la música pop-rock del siglo XX, tiene mucha enjundia e historia que conocer.

-¿Es algo tan especial el blues que sólo puede tocarse bien dejándose el alma?

-Lo evidente es contestar que sí, pero la pregunta puede complicarse, porque puede haber muchas forma de dejarse el alma... Hay gente que se la deja ensayando durante años ocho horas al día, conociendo todas la técnicas posibles del estilo y luego no se les respeta de la misma forma que a los que fueron al cruce de caminos a tener negocios con el diablo (risas). Está claro que hay que poner toda la carne en el asador y que no puedes, como se hace en otros estilos, asegurar y ser correcto para conseguir comunicar. Nadie quiere ir a un concierto de un grupo de blues por segunda vez y ver exactamente el mismo «show». Ahora bien, con distintos niveles de aceptación, a los cuatro nos gusta cierta música actual.

-Se dejan el alma en los conciertos. ¿Es su medio natural?

-Por supuesto, lo que nos pone es el directo. La realimentación por parte del público es instantánea, y hacer, por ejemplo, una bajada de intensidad y escuchar gritos y aplausos en ese momento no tiene nada que ver con que alguien te diga que le ha gustado el disco o que lo hicimos bien después de un concierto.

-Su disco incluye dos versiones muy diferentes: una con mucho color -el «Shame shame shame» de Jimmy Reed- y otra más oscura, el tradicional «John The Revelator». ¿Es representativo de lo que ofrecen «Blues & Decker: un lado brillante y otro más oscuro?

-Exactamente. El nombre del grupo salió casi de broma, nos veíamos tocando algún clásico de una forma tan macarra que surgió la idea de «os daremos Blues a ritmo de taladro eléctrico.» Pero según íbamos aumentando repertorio nos dábamos cuenta de que había temas muy finos también, de ahí que hayamos ido profundizando más en el tema de la dualidad. Te daremos Blues, te daremos Decker. Es más, hubo una época en la que separábamos en dos partes cada bolo, pero la segunda se volvía demasiado oscura y creímos que era mejor ir alternando y jugando con el equilibrio.

-¿Dónde está el secreto y la magia de «Blues & Decker»?

-La tradición es imprescindible conocerla y disfrutarla pero ¿hasta dónde llega la tradición? Lo que ofrece «Blues & Decker» es una absoluta falta de respeto a las tradiciones, convenciones y normas. Nos gustan, nos interesan, y creemos que en el fondo se nota; pero lo que nos sale es lo que nos quema dentro en cada momento porque no se puede, ni queremos, controlarlo.