Susana F. SERRÁN

Hay contratos para todo y hechos de mil y una maneras posibles. Sin embargo, muy pocos pueden resultar tan peculiares como el que firmaron los artistas del mural que desde finales de agosto luce en la punta Lequerica con los responsables de la Autoridad Portuaria de Gijón. Para poder teñir de rojo grafiti uno de los lugares más deseados de la villa -esta vez de manera legal y a plena luz del día- se pactó con las autoridades que si no gustaba el resultado final los grafiteros «tendrían que devolver el muro a su estado inicial». El proyecto, enmarcado dentro del Festival de la Sidra del pasado mes de agosto, fue posible gracias a la colaboración entre dicho certamen y la galería «El Arte de lo imposible», que se puso en contacto con los grafiteros. «Lo del permiso fue un poco surrealista. Yo creo que no tenían nociones de cómo estaba antes». Isaac Olívar, presidente de la asociación gijonesa «AsociArte» afirma que a la hora de firmar el citado contrato con las autoridades portuarias se sorprendieron un poco con las condiciones: «Para volver a dejar el muro como estaba habría que rallarlo de nuevo». Al igual que Olívar, Raúl Gil, tesorero de la organización, comenta que «lejos de ofendernos por las condiciones con las que se nos daba del permiso, nos dio la risa. Nos hizo un poco de gracia porque el muro estaba hecho un asco y pensamos: "si no les gusta, cogemos negro y plata y les hacemos lo que había antes, grafiti puro y duro"», sentenció Gil.

Ciento cincuenta botes de espray para cuatro días de trabajo. Los grafiteros tuvieron que presentar un boceto previo a las autoridades del mural y al final el objetivo se cumplió. «Teníamos en mente arreglar el sitio y eso fue lo que hicimos», sentenció Olívar. Junto a una bandera de Gijón que corona la punta Lequerica puede verse el enorme mural urbano en que participaron nueve artistas, entre ellos, «El niño de las pinturas» -Raúl Ruiz, el grafitero español más internacional-. Precisamente, una enorme sirena dorada pintada por él mismo es el motivo que destaca sobre los demás. Sobre esta ninfa, unas letras anuncian a los veleros que pasan por la bahía que eso ya es «Xixón».

Un pescador, un hombre aturdido por la sidra o una misteriosa niña engalanada con alas de ángel. Los personajes que recorren el mural conviven con los dibujos de lugares reconocidos de la ciudad. Desde una botella de sidra o un conjunto de manzanas, a la «Lloca», el mirador de la Providencia o la escultura «Solidaridad», de Pepe Noja, situada en el parque del Rinconín. «Lo bueno de hacer un mural colectivo es que al final cada uno tiene su momento individual pero luego, al unirlo todo, consigues que la idea original se haga más grande aún», comentó Olívar.

Además del añadido que supuso la participación de varios artistas en un mismo mural, la obra final tuvo un plus especial de imaginación: algunos dibujos continúan en el suelo. Uno de los ejemplos son los peces que saltan de la pared al asfalto. «Esto que han hecho es muy guapín porque antes estaba lleno de gatos y pintadas, y ahora parece que hay como cuadros», afirma el gijonés Severino López, de 65 años. Al igual que él, María Fernández, de 22 años, que corre habitualmente por el Puerto, se sintió sorprendida cuando vio por primera vez el muro. «Por lo menos ahora ya no se ve sucio», afirma. De momento, y ya ha pasado un mes y medio, parece que la iniciativa seguirá adelante porque no se han recibido quejas negativas al respecto.