Luján PALACIOS

Han criado a sus propios hijos, se han jubilado y ahora ejercen otra vez de padres, pero con sus nietos. Los abuelos encarnan en los últimos años la figura más socorrida a la hora de que sus descendientes puedan conciliar su vida familiar con el desempeño laboral. Basta con echar un vistazo a los colegios a las horas de entrada y salida o a los parques a la hora de la merienda y los juegos: la gran mayoría de los niños van acompañados de personas que peinan canas desde hace tiempo, rejuvenecidos de golpe ante la necesidad de que «los padres, los dos si puede ser, trabajen en lo suyo».

Y los abuelos se enfrentan también cada vez más a una nueva disyuntiva: la que se plantea con un nuevo modelo social en el que impera una mayor esperanza de vida, en generaciones que cuentan con una formación, unas ofertas de ocio y con unos intereses que les animan a llevar una vida plenamente activa, como recuerdan los expertos.

El de los abuelos cuidadores es un fenómeno que siempre se ha dado y que en los últimos años, de momento, aún no se ha visto demasiado afectado por la crisis, cuando los progenitores se quedan en desempleo y pueden hacerse cargo del cuidado de los niños. En Gijón siguen siendo muchos los abuelos que multiplican en favor del bienestar de la unidad familiar, y que además de hacerlo voluntariamente lo llevan con satisfacción. «Lo hacemos con mucho gusto», asegura Vicenta Vázquez, una de las habituales a pie de colegio, esperando para recoger a una nieta de 3 años. «No es algo exclusivo, conozco a montones de abuelos y abuelas que hacen lo mismo, y todos nosotros felices de poder ayudar», afirma.

En su caso, lleva haciéndose cargo de la pequeña de la casa «desde los cinco meses», tras la finalización de la baja por maternidad de la madre. Es ese el momento en el que los bebés deben acudir a la guardería o depender del cuidado de los más cercanos. Casi siempre, los abuelos.

La jornada de esta nueva figura parental arranca, después de la jubilación, casi más temprano que durante la vida laboral. «A las siete de la mañana, mi hijo ya nos deja en casa a la niña», relata Vicenta Vázquez. Después del desayuno, el abuelo se encarga de llevar a la pequeña al colegio, y a mediodía, la abuela va a recogerla a la salida del centro. La nieta come, merienda y juega en casa de los abuelos hasta que finaliza la jornada de los padres, que pasan a recogerla al final de la tarde. «Estoy muy satisfecha con lo que estoy haciendo, nos sentimos muy contentos de poder ayudar y hasta hemos rejuvenecido varios años», asegura la abuela.

Porque en los tiempos que corren, es primordial poder disponer de alguien que eche una mano con los retoños. Lo sabe bien Elena Oliva, que lleva casi diez años rememorando su experiencia como madre, ahora con un par de nietos de 9 y 5 años. «Los padres trabajan los dos, así que no me queda más remedio que arrimar el hombro; llevo haciéndome cargo de ellos desde que nacieron: los llevo al colegio, les doy la comida y luego al parque. Y en verano, a la playa a diario», relata.

Jaime Fra acompaña a su nieta de 5 años cada día a la escuela. «Y mi mujer lleva a otro nieto a otro colegio, nos repartimos la tarea. Por la tarde los llevamos a actividades extraescolares y al parque, y así hasta la noche», cuenta el abuelo.

Un papel de cuidadores que puede acabar absorbiendo en demasía a los abuelos, como advierte Gonzalo Berzosa, director del Instituto de Gerontología de Madrid. El experto advierte del cambio que se está operando en el perfil de las personas mayores en España hoy en día. «Hay muchos mayores que no son abuelos porque no han tenido hijos, otros tienen a sus hijos y nietos en el extranjero, otros tienen hijos gays... el perfil ya no es el que era, tradicionalmente asociado a un patrón muy familiarista», señala Berzosa. Y asegura: «hay que tumbar el estereotipo; los mayores hacen muchas más cosas».