P. T.

Cuando era niño, le conoció como «don Enrique lengüina», porque sacaba la punta de la lengua cuando se concentraba. Así llamaban a su profesor de Religión en el Instituto Jovellanos Vicente García Oliva, académico de la Llingua, y sus compañeros de pupitre. Años más tarde se dio cuenta de que aquel «curina» que le daba clases era el mismo que firmaba esos documentos sobre el bable que estudiaba: Enrique García-Rendueles. «Si tuviera que resumir su obra y su figura en un título sería: "Don Enrique García-Rendueles, un intelectual asturiano"», explicó ayer García Oliva.

Precisamente así se tituló la conferencia que impartió en el Club LA NUEVA ESPAÑA, en la que reivindicó la figura del cura, poeta y estudioso de la llingua nacido en Cimadevilla, «que pagó sus críticas a las instituciones asturianas por su falta de apoyo al bable con el silencio». Por eso quiere traer a la memoria a quien ya comentó en su obra «Los nuevos bablistas» (1925) la «necesidad de una academia de la llingua».

«Preciado tiene una alameda y tendrá una estatua. No lo critico; pero García-Rendueles no tiene ni una placa en la casa donde nació. Y sí lo critico. Se pidió una calle, pero siempre cae en saco roto», lamentó García Oliva. Éste es el deseo de muchos defensores del asturiano para que se haga justicia con quien fue «ensayista, agudo crítico, investigador y notable creador».