La celebración del vigésimo aniversario de la apertura del mítico bar gijonés La Plaza ha propiciado la reunión del cuarteto asturiano «Manta Ray», que hace cuatro años se despidió de los escenarios tras una ejemplar trayectoria. El concierto tendrá lugar en la sala Acapulco del Casino de Asturias, hoy, a partir de las 21 horas, con todo el papel vendido desde hace días y con la actuación de otro nombre propio del «Xixón Sound» y excomponente de la formación: Nacho Vegas.

Grupo crucial de la escena independiente y alternativa del rock español, «Manta Ray» tuvo unos comienzos marcados por los múltiples cambios en su formación desde que en el año 1992 José Luis García (guitarras, voz) y Nacho Álvarez (bajo) decidieran poner en marcha un proyecto bautizado con el título de una canción de uno de los iconos del indie del momento, los bostonianos «Pixies». Dos años turbulentos con continuos cambios de personal a la busca de una estabilidad que se consigue con Isaías «Yellowfinn» Sanz a la batería y Nacho González Vegas -tiempo después perdería el González- a la segunda guitarra que simultaneaba con un proyecto más relevante en aquel momento: «Eliminator Jr». Juntos registran el primer trabajo de la banda, el EP «Escuézme EP» (Subterfuge, 1994) con producción del hoy reconocido y venerado Paco Loco.

En las cuatro canciones del vinilo de siete pulgadas se combinaban, aún sin una huella personal, varias de las vías que, posteriormente, matizadas, les encumbrarían: arrebatos ruidista, lirismo vocal, intensidad, experimentación, oscuridad y cierto dramatismo. Características que, pulidas a lo largo de actuaciones y ensayos, desembocarían en un premio en el reputado Concurso de Rock Villa de Bilbao que les abriría las puertas a la grabación de un álbum. En mayo de 1995 el sello madrileño Subterfuge lanza un single de adelanto «The last crumbs of love» y, meses después, el anhelado elepé homónimo que se convierte en una de las sensaciones del año. Juan Luis Ablanedo suple a la batería a Isaías, más centrado en su grupo «Yellowfinn», y «Manta Ray» comienzan una espiral de conciertos que les darán reputación de fiabilidad, entrega y potencia en toda la Península. El Festival de Cine de Gijón, bajo la dirección de José Luis Cienfuegos, lanza la idea de reunir a la emergente escena gijonesa en un álbum relacionándolo con el mundo del celuloide. El resultado es «Gijón goes to the movies (The Dirty Dozen)» (Waco, 1995) al que los Manta aportarán una de las más notables piezas: la versión del clásico de Chris Isaak «Wicked game» del film de David Lynch «Wild at heart» (1990). Al año siguiente, y en paralelo al certamen gijonés, entregan para el disco ideado por el Festival «Canciones del cine español (1896-1996)» (Astro, 1996) una hipnótica y sugestiva versión del tema central de la película de José Luis Garci «El Crack» junto a Javier Corcobado, estrella de la independencia española con una dilatada trayectoria al frente de grupos como «Mar Otra Vez» o «Demonios Tus Ojos» desde principios de los 80. Este encuentro se alargará posteriormente para la publicación de un álbum crucial «Diminuto cielo» (Astro, 1997), con Xabel Vegas (ex «Eliminator Jr», ex «Mocking Byrds») estabilizando la formación como batería. Ese mismo año, en su tramo final, rematan su ascenso imparable con un disco y una gira compartidos con el grupo francés Diabologum, titulado «La última historia de seducción».

El momento dulce tras unos meses de intenso trabajo de ensayos, giras y grabaciones llega en 1998 con la publicación de su segundo álbum «Pequeñas puertas que se abren y pequeñas puertas que se cierran» (Astro), con aportaciones de los dos líderes del reputado grupo estadounidense de rock alternativo Come, Chris Brokaw y Thalia Zedek. El remate es la nueva colaboración con el Festival de Cine de Gijón cuyo resultado será «Score», un apoteósico directo en noviembre de 1998 en el Teatro Jovellanos que se editará en cd y vhs al año siguiente. Conscientes de que su momento ha llegado, y convertidos en uno de los grupos clave de la emergente escena indie, el grupo no tiene tiempo de detenerse en su frenético ritmo de trabajo. Nacho Vegas abandona la formación para emprender lo que luego será una exitosa carrera en solitario (antes firma «Diariu» junto al cineasta y escritor Ramón Lluís Bande) y es sustituido por el alemán Frank Rüdow, quien -tras una gira con su banda alemana Die Göbs- había decidido quedarse a vivir en Gijón, fascinado por el ambiente creativo y de efervescencia musical. Graban «Esperanza» (Astro, 2000), un álbum único en su concepción y puente entre la anterior etapa y el futuro, para el que eligen al vasco Kaki Arkarazo como productor. La ruptura con la oscuridad post-rock y el dramatismo intenso de lo que alguien llamó blues contemporáneo, se manifiesta en un cancionero único, un punto y aparte en la producción de un cuarteto cada vez más reconocido e influyente.

La afinidad con la banda murciana Schwarz propicia un nuevo encuentro creativo, plasmado en «Heptágono» (Astro, 2001) donde ambas formaciones se unen en una sola en un proyecto inédito más allá de egos. El trabajo ofrecerá pistas sobre lo que será su siguiente etapa, marcada por los ritmos marciales de inspiración alemana y un mayor contenido político y social, todo ello sustentado por un rock sin fisuras, muy afilado y nada complaciente, en contraste con el advenimiento de una escena indie más orientada a la fragilidad pop. «Estratexa» (2003) y «Torres de electricidad» (2006), ambos bajo una discográfica distinta -el reputado sello madrileño Acuarela- muestran a unos «Manta Ray» embarcados en una aventura de coriácea solidez sonora, rítmica implacable e hipnótica y ensimismada intensidad. Al mismo tiempo, comienzan a dejar ver proyectos paralelos como «Viva Las Vegas» (con Frank y José Luis) o Xabel Vegas y las «Uvas de la Ira», que da sus primeros pasos antes de que se anuncie la disolución del cuarteto.

Los componentes de «Manta Ray» han continuado, en estos cuatro años, desarrollando grupos bajo un prisma completamente distinto («Elle Belga», «Suma», Nacho Álvarez y su Quarteto Bendición) al que ofrecían en una banda que ocupa, por méritos propios, un espacio fundamental en la historia del rock asturiano y español.